Opinión

Metaverso

Mientras otros magnates como Jeff Bezos o Elon Musk se lanzan a la conquista del espacio exterior a través de viajes astronaúticos y de satélites artificiales, Mark Zuckeberg ha decidido —por si fuera poco con Facebook, Whatsapp e Instagram— enseñorearse del ‘espacio’ virtual fabricando una nueva y ambiciosa aplicación a la que ha denominado ‘Metaverso’. Con ayuda de unas gafas de realidad virtual sus usuarios podrán acceder, en modo holográfico, a todo tipo de experiencias, tales como visitas a museos o ciudades lejanas, excursiones por los cinco continentes, conferencias, cursos, congresos, conversaciones con amigos, o cualquier otro tipo de actividad, sin moverse de su casa.

El neologismo ‘Metaverso’ no deja de tener resonancias filosóficas. El prefijo ‘Meta’(que por cierto ha sido adoptado por Zuckerberg como nuevo nombre de su empresa), significa en griego, como es sabido, ‘más allá’; y figura de un modo eminente en la palabra ‘Metafísica’, que designa a la parte de la Filosofía que estudia el ser o la realidad en toda su extensión, interesándose particularmente por la posible existencia de entidades que sobrepasan el ámbito de lo físico o de lo sensible, es decir, de lo perceptible por medio de nuestros sentidos naturales. Por otra parte, el término también recuerda al de ‘multiverso’, surgido de la teoría del físico cuántico Hugh Everett que postula la generación de universos múltiples a partir de la superposición de estados de las partículas subatómicas, que darían lugar a incesantes bifurcaciones en los hechos.

Por lo demás, la producción voluntaria y calculada de un mundo virtual paralelo puede interpretarse como la consumación de la tendencia a una dominación de la realidad (y a un ‘olvido del ser’) cuyas raíces encontraba Heidegger en la metafísica antigua, pero que acabarían siendo desarrolladas al máximo por la ciencia y la técnica modernas. El Metaverso supone un giro superior todavía, pues en él ya no se manipulan las cosas de la naturaleza, sino que se producen ‘no cosas’ (como las llaman Byung-Chul Han y Vilem Flusser), plenamente manipulables en sí mismas. Si las cosas materiales se caracterizan por su solidez, su resistencia y su opacidad, estos no-objetos del multiverso serán por el contrario transparentes y manejables, aunque también evanescentes y fugaces: imágenes, en definitiva, aunque sean en apariencia tridimensionales y hasta holográficas.

La puesta en marcha del Metaverso podría ser válida como un experimento más, si no fuera por el inmenso poder ya acumulado por el gigante tecnológico que lo emprende y por los métodos de fidelización altamente cuestionables que el mismo emplea. Recordemos que Facebook ha sido recientemente acusado por una de sus extrabajadoras de ser conocedor de la dependencia psicológica que ejerce sobre sus usuarios, y de favorecerla en la práctica a pesar de los efectos negativos que produce. Imaginemos lo que sucederá cuando en lugar de limitarse a una pantalla táctil, esos mismos usuarios accedan una esfera integral de pseudorrealidad virtual y aumentada. Mejor prevenir que lamentar: el nuevo proyecto de Zuckerberg merece ser estudiado y analizado antes de ser legal y socialmente aceptado.

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