Opinión

Un fantasma llamado Ómicron

"Un fantasma recorre Europa…" pero no se trata del comunismo, como en el manifiesto de Marx y Engels encabezado por esa misma frase, sino del actual enemigo público número uno, que se ha cobrado ya más de cinco millones de muertes en todo el mundo: el invisible pero devastador coronavirus que, como rayo que no cesa, ha vuelto con el invierno a hacer su aterradora reaparición entre nosotros, sembrando una vez más el pánico. No sé si fue Freud quien afirmó que la reiterada repetición de algo tiende a producir horror; para cuanto más si ese ‘algo’ es como en este caso un ente microscópico, a caballo entre lo vivo y lo inorgánico, que no se percibe a simple vista pero que puede acabar con tu salud, con tus proyectos, con tu vida, o causar tu ruina y la de tu país.

Y es que cuando ya nos creíamos a salvo de sus estragos gracias a las vacunas y a la supuesta "inmunidad de rebaño", el minúsculo agente ha retornado con fuerza por medio de una nueva variante, de origen sudafricano, que suma más de treinta mutaciones sobre la versión original detectada en la ciudad china de Wuhan hace ya dos años. Se le ha adjudicado el nombre de Ómicron, décimoquinta letra del alfabeto griego, saltándose las dos anteriores por sendos motivos, a cual más curioso: la decimotercera, Nu, se descartó porque su pronunciación recuerda a new, nuevo en inglés, cosa que obviamente el virus (que sigue siendo el Covid-Sars 19) no es; y la decimocuarta, Xi, porque coincide con el nombre del Presidente chino Xi Jinping (no se fuera a ofender o a sentir aludido).

Cabe recordar de paso que en la lengua griega, ahora apenas estudiada en el Bachillerato, hay dos letras en lugar de una para designar la o la mencionada ómicron(que significa literalmente 'o pequeña') y la omega( u 'o grande') que es la última del alfabeto y que no pocas veces se ha utilizado como sinónimo de fin. Mucho quisiéramos que esta variante que ahora nos amenaza fuera más bien omega que ómicron en este sentido y que, como se ha apresurado a anticipar la OMS, el nuevo año 2022 traiga consigo la finalización de la pandemia.

Pero antes, debemos reflexionar sobre el porqué del éxito reproductivo y multiplicador de estas nuevas configuraciones del covid. Tanto la variante delta como la ómicron, dos de las más expansivas, han surgido en países —respectivamente la India y Suráfrica— en proceso de desarrollo y con índice de vacunación escasa. Lo advertimos hace muchos meses cuando se extendió la primera de ellas: el actual mundo globalizado es como un barco (o como un avión) en el que o nos salvamos todos o no se salva ninguno. En una pandemia debemos distribuir equitativamente los recursos sanitarios, en beneficio de todos tanto como en el nuestro propio.

La reticencia de las grandes compañías farmacéuticas a liberar las patentes, así como cierta mezquindad a la hora de repartir vacunas gratuitamente en el tercer mundo han propiciado que éste siga siendo caldo de cultivo para el surgimiento de mutaciones que podrían llegar a dar al traste con el esfuerzo vacunatorio en general. Urge ser conscientes de esto para que de una vez se facilite con generosidad el acceso a las vacunas y demás recursos anticovid a todos los países con independencia de su situación económica. Será la única manera de que, efectivamente, esta pandemia se termine con todas sus letras.

Mientras tanto, seamos prudentes en estas fiestas y tengamos precaución. Pues aunque estemos vacunados, podemos infectarnos y transmitir el virus a los más débiles o ancianos, y dado que la variante ómicron se contagia con suma facilidad, por estadística podemos prever que se darán complicaciones importantes en una minoría relativa de personas, cuyo número absoluto sin embargo, y dependiendo de las cifras totales de contagios, puede ser lo suficientemente abultado como para colapsar la sanidad y deteriorar aún más nuestra ya maltrecha economía.

Comentarios