Opinión

Exceso de confianza frente al covid

Después de dos largos años, la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en la mayor parte de los espacios públicos, incluso en interiores, en línea con la tendencia general en los países de nuestro entorno a ‘gripalizar’ el Covid y a regresar así oficialmente a la normalidad previa a la pandemia, al menos en cuanto a usos y costumbres se refiere. Esta normalización no solo satisface los anhelos de la mayor parte de la población, aquejada de fatiga pandémica, sino que sirve también para impulsar la reactivación de nuestra maltrecha economía, que ahora tiene que habérselas con una nueva circunstancia adversa: la guerra de Ucrania y sus repercusiones en el alza de los precios de la energía y de algunos productos alimenticios, que vienen a sumarse al incremento de una inflación que ya roza el diez por ciento anual y reduce drásticamente el poder adquisitivo de los consumidores. 

Así que la precaución frente al coronavirus ha pasado a un segundo plano informativo y político, en parte por la sensación de seguridad posibilitada por las campañas de vacunación intensiva, y en parte por los factores económicos arriba mencionados. Sin embargo, la OMS no ha declarado el fin de la pandemia en el mundo, sino que por el contrario ésta rebrota con fuerza en el lugar en que surgió, China, donde la megalópolis de Shanghái se halla en situación de confinamiento; mientras que en España, y en particular en Galicia (que es, junto con Asturias, una de las comunidades más afectadas), los casos activos repuntan notablemente tras la Semana Santa, dando lugar a un renovado aumento de las hospitalizaciones, en tanto se mantiene el goteo de fallecimientos. De ahí que las autoridades sanitarias hayan pedido prudencia y sigan recomendando el uso de mascarillas en lugares cerrados.

Datos como estos parecen indicar que ahora mismo estamos asistiendo a un estado de confianza excesivo, del que podrían salir perjudicadas en primer lugar las personas más vulnerables por edad o  por dolencias previas, pero que también puede llegar a ocasionar una nueva ola de contagios que sature la atención primaria; y aunque es perfectamente comprensible el deseo de retornar a la normalidad prepandémica no es menos cierto que, como dice la canción, "un último esfuerzo merece la pena» y que antes de cantar victoria y retirar todas las medidas preventivas deberíamos asegurarnos de que el Covid-Sars 19 esté realmente controlado. Dado que por razones obvias, el Gobierno no puede imponer indefinidamente tales medidas, no cabe sino apelar a la responsabilidad individual para continuar de forma voluntaria —y solidaria— con algunas de ellas, en especial con el uso de la mascarilla en espacios públicos cerrados. 

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