Opinión

Lo que vale una vida

DOLOR Y RABIA. Una semana después del crimen que se cobró la vida de Cristina Cabo, la sociedad lucense todavía no ha recuperado la normalidad. Nadie puede olvidar un final tan triste rodeado de una brutalidad tan extrema. Todos nos preguntamos cómo una persona puede ser tan salvaje, tan despiadada y tan fría. Todos lo comentamos por si, en algún momento, alguien le encuentra la más mínima explicación a lo sucedido. Pero no la hay.

Sin embargo, en una de esas conversaciones inútiles –que sirven únicamente para que uno se desahogue cargando las tintas contra José Valencia–, alguien comentó: "Es inconcebible, pero él viene de un país en el que la vida no vale nada". La reflexión me hizo cavilar y me lancé a la búsqueda de unas estadísticas que me dejaron atónita. Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia, el año pasado se contabilizaron en el país 10.843 homicidios. Y este año, solo entre enero y octubre, se registraron ya 10.957 casos. Es decir, cada día, Colombia llora la muerte violenta de una treintena de hombres, mujeres y niños.

Aún hay países en los que la muerte no es noticia y duele solo cuando toca cerca. Si hay algo que los gobiernos puedan hacer, tendrían que hacerlo ya. A los lucenses, tan solo nos queda admitir que tenemos la suerte de vivir en una sociedad que se conmociona cuando matan a una mujer, aunque no la conozca, y que no tiene reparo en gritarle "salvaje" y "animal" a su asesino

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