Opinión

La digitalización temprana

Descubrí a Jordan Shapiro en una entrevista sobre menores y tecnología y me he vuelto fan. Este estadounidense, experto en alfabetización digital e investigador del Joan Ganz Cooney Center —un centro de los creadores de Barrio Sésamo que fomenta la innovación educativa a través de la tecnología— ofrece una visión bastante sensata de una realidad que a muchos padres nos daba auténtico pavor.

Yo tengo que reconocer que la tecnología llegó a mi casa tarde y en contra de mi voluntad. Fue la pandemia la que nos obligó a comprar un ordenador, contratar la conexión wifi y salir de nuestra cueva para sumarnos a la era digital. El teletrabajo, el telecolegio y el teledeporte pusieron fin a nuestra tranquilidad, aunque salvaron la reputación de mis hijos, que desde entonces ya se sienten integrados en una sociedad que no concibe la vida sin pelis de Netflix y sin juegos online. "¿Pero de verdad que se puede poner una serie a la hora que uno quiere?", preguntaban atónitos.

Lo malo de las tecnologías es que, al día siguiente de probarlas, uno ya no puede vivir sin ellas. Yo vi desde el minuto uno que ya no había marcha atrás, así que tuve que rendirme ante la evidencia y optar por educar, en lugar de prohibir. Desde entonces soy más permisiva —tampoco mucho— y también más pesada. Les hablo continuamente de los peligros y los problemas del uso de las tecnologías y de las redes sociales. Les hablo de cualquier tema, sin tapujos. Por eso, cuando leo a Jordan Shapiro diciendo que «hay que darle un móvil a un niño antes de los 13 años, cuando todavía se deja aconsejar», siento una palmadita en la espalda que me reconforta.

En contra de lo que pensaba antes, me estoy convenciendo de que es mejor un bagaje temprano que saltar de la nada al todo en plena adolescencia. Y si es verdad que los jóvenes dejan de escuchar la voz de sus padres a los 13 años, como dice la Universidad de Stanford, es mejor apurarse.