Opinión

Un crimen sin etiqueta

Seguramente, Cristina Cabo no pasará a engrosar la lista de víctimas de violencia de género. Su caso no entra en la definición oficial, la que la califica como "violencia que se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones de afectividad". A ella no la unía nada con su agresor —salvo la confianza ganada en una noche de copas—, pero no desconfió de él. Las buenas personas no suelen hacerlo. Cristina no es una víctima de violencia de género, pero murió a manos de un hombre salvaje,
machista —sin temor a equivocarme— y despiadado, que le arrebató la vida abusando de su superioridad. Da igual el motivo e importa poco la definición; solo cuenta el resultado.

Cristina es una víctima y su muerte deja otro reguero de víctimas que lloran su ausencia. No será violencia de género, pero es el asesinato atroz de una mujer a manos de un hombre y como sociedad tendríamos que salir a la calle a mostrar nuestra repulsa. No entiendo que las administraciones no se hayan apresurado a convocar movilizaciones semejantes a las realizadas tras los últimos crímenes machistas en Lugo. Hay que gritar unidas contra la violencia de género, pero también tenemos que alzar la voz para reivindicar nuestro derecho
a movernos libremente sin que nos mate un desconocido. Y sobre todo, tenemos que exigir nuestro derecho a estar donde queramos, cuando queramos y con quien queramos, sin que nadie nos juzgue.