Opinión

La ciudad de los paseos

El otro día tuve que llevar a un familiar a una cita médica en la Praza de Santo Domingo. Se subió al coche en la Avenida da Coruña —porque no era viable ir andando—y enfilamos la Ronda da Muralla. Parece un trayecto corto, pero la última restructuración del tráfico en la ciudad nos llevó por la Rúa Vilalba, Avenida Ramón Ferreiro, Salvador de Madariaga, Rúa Dinán, Rúa das Hermanitas, San Roque, vuelta a la Ronda da Muralla, Rúa do Teatro y, por fin, nuestro destino.

Obviamente, como una servidora conoce perfectamente su ciudad no necesita navegador, pero de llevarlo activado se habría cansado la voz en off de indicar giros para culminar un recorrido que antes —cuando necesitar el coche no era un pecado— se realizaba en tan solo cinco minutos. No soy una detractora de la peatonalización del casco histórico, ni mucho menos, pero no me convence en absoluto la reestructuración del tráfico en la ciudad. Tendrá muchos defensores, no lo dudo, pero yo no me canso de escuchar críticas por los trastornos que han generado los cambios de dirección en multitud de calles. Podría ser cuestión de acostumbrarse, pero empiezo a dudarlo.

El jueves pasado entré en un comercio de la Rúa da Raíña y escuché como dos clientas hablaban precisamente de este tema con la dependienta. Aún a riesgo de parecer cotilla, he de reconocer que pegué el oído y me reprimí las ganas de sumarme a la conversación. Comentaban que el centro se estaba quedando "aislado", que no paraban de cerrar negocios y que habían "obligado" a la gente a decantarse por los centros comerciales para realizar sus compras. Antes de despedirse de la trabajadora, una de las clientas le deseó suerte y espetó: "Está claro que Lugo va a quedar para pasear. Para comprar tendremos que volver a ir a A Coruña, como cuando aquí no había nada. ¡Ya nos dirán después de qué vivimos entre paseo y paseo...!". No me pareció una reflexión descabellada.

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