Opinión

Rosa de niña; azul de niño

Poco se puede contar de la violencia machista que no se haya dicho ya, pero a pesar de tantos esfuerzos, el problema sigue lejos de poder silenciarse. Las denuncias aumentan y las mujeres continúan falleciendo a manos de hombres anclados en una mentalidad retrógrada y patriarcal que se resiste al cambio.

Quizá ya sea tarde para reeducar a una generación que creció afanada en recalcar continuamente los roles de género. Era una sociedad azul para los niños y rosa para las niñas, que marcaba una línea inquebrantable entre las muñecas y los camiones; entre los médicos y las enfermeras, o entre los deberes familiares de las madres y las metas laborales de los progenitores. Todo estaba perfectamente estructurado para que mujeres y hombre tuviesen claro qué papel le correspondía a cada uno, tan solo por formar parte de uno u otro género.

El problema para los maltratadores llegó cuando el sentido común se impuso y la violencia machista dejó de ser un asunto personal para convertirse en una cuestión social. El 25-N es mucho más que un día de reflexión; es un abrazo a las víctimas y una muestra de rechazo a los agresores. Y es una oportunidad para formar en igualdad a las generaciones futuras. Esa es la clave. Tenemos en nuestra mano la oportunidad de borrar los clichés de antaño y educar a personas, sin más. Cuando mi hija me pidió el álbum del mundial de fútbol la miré orgullosa y se lo compré encantada. Quiero pensar que estamos avanzando.