Opinión

Ventajas de tener dudas

HUBO UNA temporada que quería ser negro. Sospechaba que eso me otorgaría cierta ventaja en lo que por entonces más me importaba en esta vida: jugar al baloncesto. Con el tiempo vi que no había manera. Ahora me conformaría con ser indeciso. Si eres indeciso tienes muchas más ventajas que esos negrazos de 2 metros 10 que corren y saltan como si midieran 1,75. Para empezar, por lo que leí por ahí todos los políticos se dirigirían directamente a mí. Los carteles en los contenedores, las fotos de las farolas, las megafonías pasadas de volumen, los repartos de papeletas por la calle, las invitaciones a café, los mítines y los telediarios estarían pensados exclusivamente para convencerme a mí. Pero no se equivoquen, no convencerme de que cada uno de ellos es el mejor, sino de que el mejor de todos soy yo y siempre tengo la razón. En las campañas el indeciso es como el cliente: siempre tiene la razón. Da igual que opines dos cosas opuestas sobre una misma cuestión sea cual sea porque en ambas andarás atinado y todos te representarán con idéntico afán. Además los de las encuestas te dan mucha más conversación. En quince días, ya no hay con quién hablar.

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