Opinión

Vampiros y escaleras

EN El invierno de 1990 me encontré en un cine a Christopher Lee, al que ayer recordó este periódico. Estaba muy tranquilo en otra cola. Mis amigos cuchicheaban sobre sus películas y así me enteré de que había hecho de Drácula. No había visto a ese señor en mi vida. Pronto me di cuenta de que todos le señalaban  pero nadie le molestaba. Nadie le pidió un autógrafo ni le ofreció su yugular a cambio de la vida eterna. En las pelis todo es mentira, vale. Pero por si acaso, no vamos a tocarle los colmillos.

Hace unos días vi cómo en la puerta de un banco alguien reparaba algo en una escalera. Para entrar no quedaba otra que pasar por debajo. Aunque había espacio de sobra una señora subió uno de los escalones, sopesó la situación y lo dejó para otro día. Captó mi atención al instante,  así que me quedé a fisgonear. Llegó otro señor bastante mayor; miró con atención y cogió las de Villadiego. Otra mujer se quedó como petrificada al ver la escalera, pero entró. Pensé en qué la llevaría allí que la hizo vencer el respeto de pasar bajo una escalera y el terror a entrar en un banco. ¿Superchería? Puede, pero si tememos que Christopher Lee nos chupe la  sangre en la cola de un cine, imagínese un banco a cuya cripta se accede cruzando bajo una escalera. Pasando.

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