Opinión

Vacaciones de los demás

DEBERES Y derechos. Los dos lados de un espejo en el que nos reflejamos a diario. Siempre al revés. Los deberes propios los tomamos como imposiciones y los derechos como algo inalienable. Los deberes ajenos se nos antojan inalienables pero sus derechos... maleables.

Vaya por delante que me incluyo al ciento por ciento en esta percepción. No soporto las vacaciones de los demás. Me parecen intolerables. Cuando cierra un bar al que voy a diario paso esas cuatro semanas al año no ya con incomodidad, sino con molestias físicas y sudoraciones. Estos días cerró otro del que no soy devoto pero sí habitual. Y lo mismo. No me gusta nada que la gente deje de trabajar para mí.

Me pasa igual al llamar a un sitio y obtener ‘esa’ respuesta: «Es que eso lo lleva fulanita, que está de vacaciones». De vacaciones, de vacaciones. Me fijé muchas veces en la misma reacción, el «Que las disfrute», pero noté que eso se suelta siempre después de un primer sofocón. La indignación hincha el pecho automáticamente, aunque luego la corrección social se imponga y demos la respuesta que se espera de un homo sapiens domesticado. A mí me queda un mes, a partir de ahí, olvídeme. Son un derecho (mío) inalienable.

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