DESDE QUE esta columna circula por internet una persona la sigue desde Hawái. Por ella me entero de que al parecer su lectura plantea ciertos problemas con el idioma. Pero percibo que lo más incomprensible es nuestra propia realidad que a veces asoma por aquí. Por ejemplo, una vez que consigues hacer comprender que, efectivamente, pusiste que dos diputados se besaron en medio del Parlamento, lo que queda flotando en el aire es la perplejidad. ¿Y eso? Es algo así como «¿Habré leído bien?». Difícil de explicar a un observador desapasionado que no se trata de un error de traducción. Porque al final, en Hawái o en Ribadeo, la pregunta es siempre la misma: ¿Para qué? Al menos hay que admitir que Podemos explora nuevos horizontes: cuando creí entender lo del bebé en el Congreso se descolgaron con eso y ahí me atasqué. He de reconocer que, como casi todo lo que hacen, lo tenían muy bien coreografiado porque ni se trastabillaron ni nada, y los morreos imprevistos con escaleras de por medio no son tan sencillos como pareció en televisión. En fin, para ayudar a mi amiga no repetiré la palabra astracanada y a ver si en el Parlamento dejan de portarse como quinceañeras.
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