Opinión

Una pequeña modificación

Hace unos años tuve una larga enfermedad. Y fue un virus, uno que en principio yo no debería tener. Nunca se determinó cómo pude haberlo contraído. Aunque no era particularmente grave, digamos que estaba casi fuera de peligro (casi), el tratamiento, que era una inyección semanal y dos pastillas diarias, parecía interminable y a ello contribuía la circunstancia de que, conforme avanzaba, el virus menguaba pero a costa de mis fuerzas. Aunque soy ciertamente pequeño y no llego al metro setenta, coroné los once meses de tratamiento con unos insoportables 46 kilos pero, a cambio, totalmente limpio. Un día de consulta, acostumbrado ya a los sufrimientos de aquella basura que me metía en el cuerpo, me apareció otra enfermedad más y hubo que retomar las biopsias y las placas y los TAC y las ecografías y las analíticas.

Cuando en medio de una enfermedad te estabilizas acabas por volver a sentirte casi bien. Una alteración de ese mal, en cambio, tiene el efecto de la Bomba H y de repente lo que ayer era tolerable hoy es una desgracia insufrible. Cuando el sábado nos dijeron que había que echar el freno todavía más nos dimos cuenta de que ya le habíamos cogido el tranquillo al confinamiento.

Empezábamos a llevarlo bien. El silencio de la calle lo rompió Sánchez con la tersura de una motosierra. Cuando le oía explicárnoslo me pareció estar ante Carreira, mi buen doctor, anunciándome que la cosa se desmadraba. Y pensé lo mismo que aquel día: ahora sí que va en serio.  

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