Opinión

Un engaño en la muñeca

ME PRESTARON uno de esos relojes de pulsera que hay ahora en los que es muy sencillo tomarte la tensión pero complicado saber qué hora es. Más o menos sabía lo que había, pero no me imaginaba que los habían diseñado mandones. En un momento dado de la tarde, cuando llevaba varias horas tecleando el periódico que pudieron, o no, leer un día de estos, el chisme empezó a protestar exigiendo que me pusiese a caminar. Por alguna razón no le basta con chequear nuestras cardiopatías, sino que lleva dentro un cirujano vascular que te pone a andar. En todos los sentidos. Después de rebuscar un rato hasta encontrar cómo apagarlo, o por lo menos cómo bajarle los humos, pensé en la intransigencia de sus diseñadores y en todo el tiempo libre del que deben disfrutar para diseñar un chisme que se permite el lujo de interrumpirte en el trabajo para mandarte a paseo. Ese día hacía una tarde preciosa, de esas que vinieron calurosas hace semana y pico. ¿No notó esa sucursal de pulsera de la clínica Ruber que yo preferiría estar absorbiendo la primavera a tomándole el pulso a la comarca? 

Para ser tan listo y cuidarme tanto, no noté que pitase cuando era hora de salir. 

Comentarios