NO CAERÁ esa breva porque tanto los repiten que ya nadie los sigue, pero alguien debería haber visto el episodio de Los Simpson de ayer en Antena 3. El argumento tal vez les suene: la corrupción mayúscula del alcalde Quinby llegó a un punto intolerable y tuvo que salir por patas del pueblo. Tirando de un subterfugio legal que nadie se molestó en comprobar un grupo de ciudadanos que se autodenominaron como los más listos de Springfield formaron un nuevo gobierno. Explicaron a la gente que siendo los más listos no habría margen de error: sus decisiones serían siempre las mejores. Sus reuniones internas eran un disparate, y al exponerlas en público cada cual soltó lo que le parecía hasta que uno se plantó: «Este hombre no nos representa». Apareció Stephen Hawking como guiño argumental pero la gracia fue que el alcalde anterior volvió y «las buenas gentes de Springfield», cansadas de tanta chorrada, olvidaron sus deslices y le acogieron entre vítores. Punto final.
Le echo unos diez años a ese episodio y eso lo hace genial: parece escrito ayer y no en algún lugar de California, sino en una plaza de Cuenca. Luego pensé en que somos iguales que una caricatura yanki. Mal asunto.
