Opinión

Los restos del Dakar

LLEVO UNOS días fisgoneando a los que leen los periódicos en los bares por si alguien se para a mirar algo del rally Dakar. Sin suerte. Lo más que conseguí detectar fue un señor colocándose las gafas para mirar qué tenía Carlos Sáinz en la cabeza. Cuando vio que era una venda pasó página. Estoy muy seguro de que hay gente que lo vive con pasión, es solo que no tengo tino y no la localizo. En Televisión Española se esfuerzan por difundir sus bondades, pero se nota que es por compromiso o no habrían mandado allí en la vida a Paco Grande, que fue un narrador de partidos de fútbol prudente de verdad; tanto, que nos convencía de que en los Madrid-Barça lo mejor era que empatasen a cero.

Los coches del rally pertenecen a un futuro cercano. Ahora son eléctricos pero con diseños que recuerdan a un carro de combate de la I Guerra Mundial. Ya nadie se pierde en el desierto, nadie se queda sin agua durante días y los beduinos ven pasar la caravana multicolor con tanta desgana que ni posan para las fotos. Carlos Sáinz les cae mal y al resto no los conocen, que es un poco lo que nos pasa aquí. Así que se limitan a esperar a que se marchen confiando en que dejen tirado por allí algo que les sirva. A poder ser, que no sea Paco Grande. 

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