Opinión

Quemando rueda

LO PRIMERO que pensé cuando vi las imágenes del incendio de los neumáticos de Seseña es que tras todo eso hay una novela negra de las buenas. Luego me entretuve con las elucubraciones de si sería o no intencionado y creí que eran una broma pesada. También recordé unos cuentos que me largó un mecánico sobre las múltiples y variopintas salidas que se le dan a los neumáticos usados. Por lo que se ve, no a todos. Me planteé qué pasará por allí para juntar en un mismo espacio al Pocero y los neumáticos. Pero con el paso de los días pensé en cómo apagarlo porque no se me ocurre método alguno para hacerlo. No hay razón alguna por la que los neumáticos dejen de arder a gusto. Como yo no vivo por allí, me recreé a fondo con la visión del incendio en la tele y en las fotos de los periódicos y creo que las prisas por apagarlo son, ante todo, estéticas. Es un espectáculo que remite como ninguno al mundo de Mad Max. Para ser exactos, podría ser el momento en el que se finiquita el mundo del pasado para dejar paso al caos y a la cúpula del trueno con su olor nauseabundo a derrota y corcho quemado. Si no molesta mucho, que lo dejen para no olvidarnos de tanta tontería.

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