Opinión

Puertas a la nostalgia

EL CLASISMO se habrá acabado cuando cada cual se abra su propia puerta. Cuesta detectar la pervivencia del sistema de castas (en el sentido indio, no en el que le da Podemos) en el día a día. Pero ahí está. Yo me di cuenta ayer al ver a David Cameron salir del número 10 de Downing Street. La puerta estaba abierta y se cerró tras él sin que llegase a tocarla. Aunque estaba medio dormido repasé las veces en que el Rey recibió a los portavoces de los partidos y recordé que un militar le abre la puerta. O cómo el propio Rajoy recibe a la gente en La Moncloa y se los lleva adentro sin tocar para nada la puerta. Si te sucede eso es que lo estás petando. No hay que preocuparse si no te sucedió nunca, no tiene mayor inconveniente abrir y cerrar la puerta de tu casa, pero sí cuando deja de sucederte. Aunque sea levemente, la mismísima hermana del Rey tiene que empujar la puerta del juzgado de Palma. Es cierto que un policía nacional allí apostado se la empuja un poco, pero es más un gesto que un empujón efectivo. Y ya no digamos Urdangarín. Antes no tocaban un pomo de Marivent ni con la vista. Por algo en la cárcel la apertura de puertas es automática: para fomentar los ataques de nostalgia.

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