Opinión

Pesadilla en la televisión

ME GUSTÓ el programa de Chicote cuando empezó, cuando el masterchef aún no estaba tan subido. En el programa de ayer (que no pude ver a la hora de escribir esto) abandonaba por primera vez su empeño y se marchaba de un restaurante sin dejarlo encarrilado para el triunfo. Me pregunto a quién le habrá tocado la china. Se veía venir porque la tele se zampa a diario una vaca sin salpimentar y la escupe en un géiser de vísceras y osamenta. Así que hace unos años engulló a un cocinero de carácter pero simpaticón y algo sobrado de peso y ahora lo vomita transformado en una prima donna altanera, malhablada y veleidosa a la que desde los créditos se le ve que va al restaurante a aliñar su programa y no al revés. Una pena.

Buena parte de culpa la tiene un altísimo porcentaje de los que le llaman, ansiosos por la publicidad a coste cero para Montoro pero carísima para su credibilidad que les proporciona que ande revoloteando por allí el señor de las camisolas de colores.

Una vez le dijo Chicote a uno en la primera temporada: «Yo soy cocinero, y de los buenos». Este año podrá cerrarlo de otro modo: «Yo soy presentador de televisión, y de los creídos».

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