Opinión

Pequeño pero matón

CUANDO EL sábado supe que se había muerto Little Richard no pude dejar de notar la oportunidad de la época que eligió para marcharse. Es como si dijese algo así como yo estoy ya muy mayor para otra hecatombe. Porque a los que nos gusta eso del rock seguimos mucho a este señor y sabemos que no dejó de asomarse a todos los abismos que se encontró por el camino. No sé si se le paró la maquinaria o se cansó de pedalear.

Para empezar me sorprendió mucho que Richard Penniman (como se llamaba realmente) tuviese un hijo, porque ya a los trece años su padre le echó de casa porque era un homosexual con tendencia a montar escándalos públicos. Eran los años 40. Si a eso le sumamos que era un auténtico canijo y negro en una ciudad (Macon) del sur profundo de Estados Unidos se entiende muy bien la furia de los temas que compuso que le hicieron multimillonario a él y a muchos músicos más incluyendo desde luego a Elvis Presley.

Un día iba en avión de gira por Australia y se incendió un motor. Cuando lograron aterrizar Richard se bajó del avión, se quitó sus famosos anillos, los tiró a un río allí mismo y se fue a su casa de la que solo salió en diez años para grabar algunos discos de gospel loando la bondad de dios nuestro señor con un pecador. Luego fue un drogadicto, vendedor de biblias a domicilio, un borracho, otra vez cantante de rock, predicador, imagen de Motorola y víctima de la ciática.

Dijo que ser rico le ayudó a esquivar el sida y ser famoso el racismo. No pudo esquivar la bala del tiempo y saltó del avión en llamas.

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