LOS ORGANISMOS estatales son notarios de la realidad que no aprobaron las oposiciones. Percibimos algo con total claridad y nada más negarlo nos lo confirman.
Son un poco como el tío de Rafa Nadal, que el mismo día que renunció a jugar la semifinal de Wimbledon concedió varias entrevistas que salieron todas con el mismo titular: "A Rafa no le gusta abandonar". Sentías un poco de lástima por él, un oráculo invertido, que anticipa una realidad que ya pasó.
Unas páginas antes o después la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia informaba de que tras serios estudios concluyeron que las gasolineras no subieron los precios cuando el Gobierno financió 20 céntimos por litro. A diferencia del tío de Nadal no supe interpretar si era una broma enloquecida o un delirio paranoide.
Todos queríamos que Nadal ganase Wimbledon, aunque prefiriríamos que la gasolina bajase 1 euro por litro. Como no puede ser, podemos asimilar dos realidades sin perder la cabeza: Nadal está hecho un trapo y nos están timando dos veces cuando nos ponemos al volante, con lo que pagamos en neto y con lo que nos quitan del bruto. Así que cuando Competencia salga a decir que Nadal está perfecto, será que su carrera está caput.