Opinión

Los bichos y las bolsas

EL DOMINGO me hicieron notar que apenas se ven luciérnagas. Yo añadí que tampoco andamos sobrados de libélulas y un tercero contrapuso algo que me compunge aún más y que me dio rabia no haber dicho yo: casi no quedan tormentas de las grandes. De aquellas eléctricas que daban ganas de rezar a Santa Bárbara. Yo subía al monte de Santa Cruz y veía cómo se iluminaba Asturias entera hasta Navia por lo menos, mal rayo me parta. Donde antes practicaba esa visión ahora es mucho más sencillo vislumbrar envoltorios de Lacasitos, bolas de papel de aluminio o botellas de plástico arrugadas con agua recalentada y sucia dentro. A mí me gustan las luciérnagas, pero prefiero las libélulas y su forma de volar asimétrica e impredecible. Son el bicho más indeciso de la Naturaleza. Cuando parece que por fin decidieron cuál es su objetivo su vuelo se tuerce 45 grados sin necesidad de que giren el cuerpo y sin que de nuevo parezcan ir a ningún lugar en particular. Son bichos estúpidos. Pero coloridos. Y su diseño anatómico inspiró el autogiro de De la Cierva, si es que eso significa algo. Si alguna vez piso alguna por accidente la envolveré en la mortaja de una bolsa de Lacasitos.

Comentarios