ESTE MARTES hizo 45 años que Paul McCartney anunció la disolución de los Beatles. Según los conspiranoicos ya no lo hizo McCartney, fue un tal William Campbell, un tipo tan clavado a Paul que le lleva sustituyendo desde que este se muriera en 1966 tras un accidente de moto. Hay pruebas irrefutables de ello, como los elocuentes mensajes que se escuchan al girar sus discos en sentido inverso. O el paso cambiado de Paul en la portada esa de Abbey Road en la que están cruzando por un paso de cebra. Todo muy alucinante, como lo que rodeó a los propios Beatles en vida, que para durar solo ocho años les dio para mucho. No sé si para ser tan famosos como Jesucristo, como dijo Lennon, pero sí como para que la frase sea tomada en consideración. Y solo eso ya es bastante impresionante.
Eso sí, es algo triste que uno de los grandes legados no musicales de los Beatles sean las gafas redondas. Las llevó todo un ramillete de personajes, pero cuando ves a alguien con ellas es inevitable pensar que está imitando a John Lennon, no a Einstein o a Steve Jobs.
Otro de sus legados eternos es el de a quién quieres más, a los Beatles o a los Rolling Stones, pero yo ya no tengo espacio para contestar.
