Opinión

La revolución francesa

CON LO de que los franceses quiten los móviles a los críos en los recreos pasa lo mismo que con su revolución del siglo XVIII: nosotros tampoco lo haremos. ¿Por qué? Pues porque aunque me duela la piedra que aún no tengo (que yo sepa) en el riñón al escribirlo, los franceses son más listos que nosotros. Y si no lo son, se comportan como tal, con lo que al final el resultado es el mismo que si lo fueran realmente. Aquí no solo no les quitaremos los móviles a los niños en el recreo, sino que les pondremos una asignatura para que aprendan a usarlos aún más rápido. Antes de que un solo padre desairado cambie a su retoño de colegio porque la profe le quitó el móvil aquí destituimos al ministro de Educación. Eso sí, nos proporcionamos fabulosas coartadas del tipo: si hay una urgencia el niño puede llamar; lo alienaremos porque ahora todo el mundo lo tiene; necesito saber dónde está porque no sé a qué hora podré ir a buscarlo; llora si no mira el Whatsapp cada cuarenta y cinco minutos; le provocaremos un trauma severo si no aprende a usar la App de Instagram. Lo de guillotinar reyes fue una coña comparado con la revolución que acaban de prender nuestros vecinos.

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