Opinión

Ir o no ir a la playa

UN ACTO de subversión a día de hoy es negarse a ir a la playa. Yo no puedo, que el deber me llama, pero tampoco iría. Hace años me tomaba muchas molestias en explicar por qué no voy, pero ahora digo que no me gusta y punto. Es mentira, pero resulta agotador intentar descabalgar a la gente de una idea preconcebida.

Antes de cortar por lo sano llegaban a planificarme el día sin ningún reparo: vete por la mañana, vete a última hora, demostrando no tener idea de los horarios que manejamos los que trabajamos en esto. También me propusieron el mediodía: "Coges un bocadillo y vas un par de horas". En realidad es una hora y media y la gente te lo suelta como si esa circunstancia, "ir a la playa", fuese como "ir a quimioterapia", "ir a por cien mil euros", "ir a sacar a tu hermano de la cárcel", "ir a una reunión de multipropiedad", "ir a recoger a Penélope Cruz al aeropuerto", cosas que no puedes dejar de hacer bajo ningún concepto.

En estos días en el infierno echo de menos la orilla del mar y pienso en las noches heladas cuanto puedo, todo para nada. Es como ver Saber y ganar sin Jordi Hurtado: algo no cuadra. Aunque bien podría seguir en verano e ir a la playa a última hora, cuando acabe de grabar. Aunque no le guste.

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