Opinión

Los hijos y las decepciones

EL MISMO día que Victoria Federica debutó en las pasarelas otro aristócrata venido a menos, Ernesto de Hannover, hizo lo contrario, que es visitar un lugar donde ya le saludan por su nombre de pila: los juzgados. Esta vez iba sereno. Pero no ganó ninguno de los dos.

De la primera no hubo comentarios para no dar más disgustos a la familia. Pusieron que desfiló y ya. Tampoco hay que ensañarse con la chica. No creo que ni a su tío ni a su tía política les hiciese ni pizca de gracia este deambular por entre la farándula, pero se callaron. Ernesto nunca tiene la boca cerrada y sí se quejó de su rival en el juzgado, que era su propio hijo.

Y es que en todas partes cuecen habas. Ernesto está disgustado con su hijo por lo opuesto a lo que el rey actual lo está con su padre. Si aquí el problema es la codicia, allí es la generosidad. Mientras uno se queda 65 millones el otro vende el castillo familiar por 1 euro al Estado. Entre resaca y resaca Ernesto de Hannover se enteró y se revolvió contra su heredero llamándole algo terrible: «ingrato». Imagino que si alguien le preguntase cómo pensaba mantenerlo él le invitaría a tomarse una copa y luego ya verían.

A Victoria Federica y a él les espera el mismo futuro en las pasarelas y en el mercado inmobiliario: ninguno.  

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