Opinión

Fenómeno desconocido

EL SALÓN de mi casa, como el de la práctica totalidad, lo adornan algunos objetos inútiles. En mi caso, y en mi casa, la Enciclopedia Larousse. No es una cualquiera: es de 1984 con sus sucesivas actualizaciones. Una fuente tan agotable como agotada del saber.

La Larousse nos la vendió uno de aquellos viajantes de libros que había a finales de los 70 y principios de los 80. Venía una vez al año y se quedaba a tomar café aunque no le compráramos nada. Ni siquiera se ponía pesado, seguramente porque sabía que rara vez no caía algo. Cuando nos enchufó aquella salvajada de enciclopedia que luego me sacó de tantos apuros y que tuvimos que pagar a plazos se dirigió directamente a mí: «Ahora ya no tienes excusa para no aprobar». Muy agudo. Lo más seguro es que ya esté tan muerto como su profesión. Si por lo que fuera hoy se plantifica en tu puerta un tipo que te quiere vender una enciclopedia lo primero que haces es llamar a la Guardia Civil. 

¿Habrá absorbido la Wikipedia alguno de los redactores de la Larousse? Debería. Partían con mucho ganado. De vez en cuando la abro al azar, leo lo que sale y se produce un fenómeno desconocido para los millenials: siempre aprendo algo.
 

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