CASI AL mismo tiempo que Luis Enrique decidía qué jugadores irán al Mundial, uno de los vendedores de la Once de mi pueblo, Juan Pérez Cantero, le dio un cupón a alguien que puede canjear por 11 millones de euros. Cuando el sábado por la mañana escuchaba alternativamente y en fila india los exabruptos sobre qué hacer con 11 millones y hacia la lista del Mundial, pensé que Pérez Cantero y Luis Enrique completan los dos extremos de un círculo vicioso y endemoniado: el ansia.
Más que extremos, vasos comunicantes: de ahí salen multimillonarios y los dos cosechan muchas más antipatías que simpatías. Todos quieren ser los elegidos, pero en la lista de Catar solo caben 26 y en la del señor de la Once, 1.
Entre los que se quedaron fuera, una retahíla de lamentos intercambiables: yo compro mucho más; yo meto muchos más goles; justo esta semana no jugué; atravieso una mala racha; nunca me toca nada; el míster me tiene manía; el vendedor me odia; me lo merezco mucho más; a mí me hacen mucha más falta; mejor me retiro; ya no vuelvo a comprar más. Y así transcurrió la mañana del sábado con un final intercambiable para todos, lloriqueando sobre montones de billetes de 200 euros. Enhorabuena a los premiados.