Opinión

El precio de un buen café

EL LUNES fui testigo de un intercambio de ideas entre los moradores permanentes de un bar, que sopesaban la idea de subir diez céntimos el precio de un café. Ya imaginará que la cosa era pasarlo de 1 euro a 1,10. Ambos partían de dos ideas comunes: había que subir el precio sí o sí y lo ideal sería hacerlo a 1,05. Pero descartaron la idea de forma casi instantánea con la pregunta que uno le lanzó al otro: "¿Vas ir tú al banco a por monedas de 5 céntimos? Porque yo no". Fin de la discusión. De haber sido la conversación este miércoles habría intervenido para hacerles notar que con esos 5 céntimos tendrían suficiente para comprar la mitad del Banco Popular. Una lástima. A continuación trataron el tema de las galletitas que ahora se dan con los cafés. No se imagina usted el complejo mundo que gira en torno a las condenadas galletas: caras, baratas, que no manchen los dedos, que no se deshagan, que no sean de coco (?), que no se sequen, que sean originales y, ya lo habrá supuesto, que cuesten cinco céntimos o menos para garantizar el aumento de ganancia en el café. Lo más descorazonador fue que en ningún momento les oí hablar de hacer un café que estuviese 10 céntimos más bueno.

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