Opinión

El fuego y la hipnosis

MIENTRAS TODO aquel que sabía de lo que estaba hablando avisaba como podía de que no se apagase Notre Dame con agua, Donald Trump proponía echarle unos cuantos hidroaviones por encima. Le aplicaba su particular visión de las cosas: si algo te agobia, lo desintegras y ya no hay que preocuparse por ello. Memeces aparte, una vez más se demostró que los incendios nos hipnotizan. Era imposible dejar de mirar. Solo girabas la cabeza si tu intención era echar a correr para salvarte de las llamas, aunque estuvieras en Chantada. De lo contrario, mirabas atolondrado. En San Juan pasa lo mismo. Se salta la hoguera y se comen chorizos criollos, pero siempre hay un momento en que todos y cada uno de nosotros se queda embelesado un rato mirando cómo arden los troncos.

Yo desarrollé la teoría de que eso pasa porque todos sufrimos incendios que no apagamos. Los daños son de carácter variable. Vemos las llamas y nos vemos a nosotros entonces, procurando que no se extendiese y acabase con nuestras reliquias, rogando porque la estructura no se viniese abajo. Por eso nos acordaremos de dónde estábamos el día que ardió Notre Dame. Porque ya habíamos estado allí.

Comentarios