Opinión

El cine en verano

EL VERANO para los amantes del cine es un páramo desarrapado diseñado por Disney, aunque ya no lo parezca. Con los años lo fueron sofisticando, pero en el fondo todo se divide siempre en lo mismo: chico-busca-chica, aventuras que acaban con un beso, superhéroes más improbables a cada año que pasa y dibujos animados por un tubo. Está bien, supongo, aunque no lo comprendo. Alguien teorizó un día que la gente en verano no va a ver películas normales y el resultado son delirios colectivos. Tal vez por eso se consumen tantas palomitas, porque la gente asume que ve la misma película del verano pasado y aplaca su ira mascando aceite frito. Yo tengo mucha envidia de las pandillas de adolescentes, que asisten despreocupadas a este lavado de cerebro tal y como yo lo hice hace tantos años que ya no lo recuerdo, y eso es lo que más rabia me da: ver la vida con una naturalidad y despreocupación que olvidé hasta el punto de que ahora te molesta el jolgorio de la realidad y solo quieres que te engañen durante dos horas, pero sin efectos sonoros en las butacas de al lado. Da ganas de avisarles para que griten más antes de que sea tarde, pero suelen estar metiéndose mano.

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