Opinión

Despeñados del Peñón

SON DESTERNILLANTES los episodios en los que regresa en todo su esplendor la España cañí. Como este de Gibraltar. Ese pedrusco que los ingleses llevan tan adentro que se olvidaron de que era suyo cuando se largaron de la Unión Europea. Los propios gibraltareños ayudan con solo oírlos hablar y decir «nosotros somos ingleses, ozú mi arma». Y luego estamos nosotros, que antes de levantarle una ceja a la primera ministra británica somos capaces de transmutarnos en Gracita Morales: «¡Sí, señorito!». «¡Lo que mande el señorito!». Sin haber puesto el pie allí en mi vida, se ve que los de Gibraltar tienen la misma gana de ser españoles que los de Ceuta y Melilla de ser marroquíes, así que ya que no vamos a devolver esas ciudades a los moros no veo por qué habría de devolvernos Gran Bretaña a nosotros esa colección de monos maleducados del Peñón (y me refiero a los simios, por si lee esto algún fiscal de esos a los que les va la marcha). Normal, allí los aviones aterrizan en el centro del pueblo y aquí los taxistas te cobran más del aeropuerto a casa de lo que te costó el avión. Tal vez lo mejor sería que Gibraltar se anexionase Andalucía y todos contentos, sobre todo Pedro Sánchez.

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