Opinión

Defensa de la transparencia

EL LISTADO de impertinencias molestas de estos días es inagotable. Tan larga es la lista de agravios que le sale a uno el Mussolini que lleva dentro. Cualquier señor tolerante que haya vivido a tope los 60, incluso algunos veganos o hasta los observadores de pájaros, que son la definición clavada de la paciencia, la pierden con solo mirar por la ventana.

No sé cómo habría que tratar a quien saca a pasear un perro de peluche ni en qué categoría encajonarle. ¿Es un homicida en potencia? ¿Un delincuente sin ínfulas? ¿Uno de esos simpáticos? ¿O simplemente es gilipollas? Sea lo que sea hay que dejar bien claro aquí (alguien tiene que decirlo) que el 95 por ciento de la población considera que la multa mínima establecida en esta cuarentena, de cien euros, es del todo insuficiente para casos así.

¿Qué se hace con quien va al supermercado a comprar las cosas de una en una? No se me ocurre nada mejor que obligarle a que en lo sucesivo lo siga haciendo siempre. También cuando esto se normalice. Y que para comprar una docena de huevos en lugar de llevarse el cartón tenga que hacer doce viajes.  O el supuesto del otro extremo. Los que se llevan doscientos rollos de papel higiénico. Una buena justicia poética le atascaría el retrete con ellos. Pero como la justicia poética es incluso más lenta y relativa que la ordinaria, es mejor emplear la medieval y condenarles a ir cargando durante dos años con dos cajas de leche por la calle. No hay nada más justo que hacer que todos te vean tal y como eres: imbécil.

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