Opinión

De par en par

EN EGIPTO los sucedáneos de bares que hay allí no tienen puertas ni paredes ni ventanas. Solo levantan una verja y a correr. Son un gran hueco abierto en medio de la calle que parecen succionar al peatón con una emulsión de té mezclada con el humo de las cachimbas y la letanía inacabable de las risas. Allí la gente se ríe mucho y yo, que soy muy vanidoso, no podía parar de pensar que en realidad se estaban riendo de mí. No sé si aún tendrán ese sentido del humor. Ayer, y dejamos Oriente Medio, vi cómo a una frutería la transformaron al estilo egipcio: nada de puertas ni ventanas ni paredes. Pasas por delante y las berenjenas, las judías y los calabacines parece que fuesen a comerte a ti y no al revés. Si te separas unos metros, simplemente cruzando la acera, el local parece tres veces más grande. Pero al dejar de mirar, si repasas mentalmente lo que había, te das cuenta de que solo recuerdas a las tenderas. Es bastante injusto que ahora las estrellas del expositor sean ellas y no los champiñones en oferta. Sobre todo porque al fin y al cabo esto no es Egipto. Tal vez el dueño fue a ver las Pirámides y quedó allí prendado, sin recordar la lluvia y el nordés que azotan otras partes del mundo.

Comentarios