Blog | Recto verso

De Mondoñedo al cielo

Nadie en la muerte de José Gea recordó su pirotécnico paso por la ciudad episcopal

VAYA POR delante que no es este lugar para ajustar cuentas con una persona fallecida, sea quien sea. De modo que el que espere encontrarse aquí un despiece post mortem de José Gea Escolano puede dejarlo ya mismo, volver la semana que viene y aquí no ha pasado nada. 

La muerte del que fuera pirotécnico, deslenguado, mediático y piadoso obispo de la ciudad episcopal mariñana cogió a todo el mundo con la resignación con la que se acogen las muertes a partir de cierta edad: un proceso natural. 

Eliminado el carácter traumático del fallecimiento, me llamó mucho la atención la extremada delicadeza con la que se trató a su figura. Una delicadeza que no estoy nada seguro que él mismo consintiese en vida, guerrillero como era en ciertas cuestiones. Sea como fuere, ese tránsito de balsa de aceite hace relativamente sencillo echar la vista atrás (en realidad no tan atrás) para poner a su figura no en su sitio, que ni este es el lugar ni el escribiente la persona adecuada para hacerlo, pero al menos sí que no quede tan desangelada, recubierta de esa escarcha de superficialidad que le dedicó el propio arzobispo Cañizares, una persona de su cuerda, que entre elogios le despachó como "un hombre de Dios". Nos ha fastidiado. Era un obispo. Está visto que Cañizares es hombre de verbo afilado con quien no le gusta, pero no particularmente ingenioso. O tal vez solo tenía un mal día cuando preparó la despedida a Gea, quién sabe. 

Para empezar, hay que pegar un soberano tirón de orejas a todos cuantos pusieron el grito en cielo cuando José Gea abría la boca, que por cierto era muy a menudo. Hasta una manifestación con la bandera arco iris le montaron en la plaza de la Catedral y todo, como pueden ver en la foto de abajo los que anden flojos de memoria. 

Y es que no se puede despachar a tamaño figura con una misa exequial en la que el arzobispo de Valencia diga de este señor que "su gran pasión fue siempre la Iglesia" o que "podemos resumir la vida, persona y obra de José Gea diciendo que fue un testigo de Jesucristo y por ello también de su esperanza que manifestaba con su constante alegría y su gran humor". 

Bueno. A ver, a ver. Tan pero tan homófobas fueron las manifestaciones de José Gea Escolano que el hombre acabó en un programa que por entonces tenía Julia Otero en TVE para intentar defenderlas. La periodista de Monforte le apretó, pero sorprendentemente aquel día, ante las cámaras y ante millones de personas, se arredró. 

No solía hacerlo. Se arrogó el papel de juez del Tribunal Constitucional para asegurar que el matrimonio entre homosexuales no solo no tenía cabida en la Iglesia Católica (nada que objetar, ellos sabrán cómo funciona su casa), sino ¡en la Constitución Española! Es fácil encontrar por ahí sus artículos diciendo que era "dar luz verde al todo vale". El problema era que cuanto más se explicaba, más empeoraba las cosas. Equiparó sin ningún pudor no a los homosexuales, sino "a los que practican la homosexualidad" con "quienes practican el robo o el asesinato, aunque uno tenga tendencia a ello". 

Por entonces el Gobierno de Zapatero tramitaba la legalización de los matrimonios gays. Gea prácticamente aventuró el fin de la civilización occidental y en una clara incontinencia verbal dijo que puestos a aprobar eso, el PSOE podía muy bien dar luz verde a la unión con animales, porque a su modo de ver venía a ser lo mismo. 

Naturalmente, al decir todo esto Gea cayó del lado más retrógrado e inmediatamente empezó a ser requerido por emisoras, periódicos y teles de todas partes para que expusiese sus radicales puntos de vista. Gracias a Google es muy sencillo encontrar intervenciones apoteósicas que dejan aquello de las peras y las manzanas de Ana Botella en un cuento para bebés de 0 a 3 años. Que, bien pensado, seguramente es lo que era. Mondoñedo salía con absoluta naturalidad junto a su nombre: "El obispo de Mondoñedo..." y se añadía alguna de sus intervenciones incendiarias. No todos en su casa estaban de acuerdo con él y hubo quien le dejó claro que tal vez debía volver a leer aquellos párrafos del amor al prójimo y todo eso. Uno de ellos fue nada menos que el recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. Aquello no le gustó un pelo, y pese a ese buen humor constante del que hablaba el arzobispo Cañizares, Gea Escolano le dijo a su superior: "Tiene que medir mejor sus palabras". 

Así se cimentó una fama que todos parecen haber olvidado, sobre todo los agraviados. ¿Saben por qué? Porque estaba equivocado y al final no pasó nada de lo que predijo. Gracias a dios.

EL GUSTO: Una campaña del BNG a la que habría que hacer más caso

EL PASADO jueves la diputada del Bloque Olalla Rodil, la responsable comarcal de ese partido Ana Ermida, y otros cargos del partido presentaron en Burela una campaña para mejorar el servicio que ofrece en la comarca el ferrocarril de Feve, que aunque ya no se llame así va a ser difícil que nos acostumbremos a llamarle de otra forma. Lo cierto es que se trata de una reivindicación tan obvia que cuesta entender por qué no les hacen algún caso. Aunque no fuese en todo, al menos en algunas cosas. Y para tenerlo como está, que lo desmantelen, que su recorrido da una vía verde maravillosa.

EL DISGUSTO: Otro problema más con las sentencias de los tribunales

SEGURO QUE no es el único, pero a César Aja le cae estos días un trocito bastante grande del pastel en el que todos hincamos el diente de la total falta de respeto a la presunción de inocencia. Y concretamente de la falta de respeto en situaciones tan dudosas como las acusaciones que lanzó contra el equipo de gobierno de Viveiro con María Loureiro al frente. Se da por descontado que no se va a disculpar en público ni ante los afectados. Podría hacerlo en privado con sus compañeros del PP de Viveiro, que le siguieron con entusiasmo moderado, y ahora resulta que quedaron todos retratados.

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