Opinión

Aquella vieja promesa

SOLO POR tener que escribir esta columna esta semana debería llamar a la vicepresidenta del Gobierno, con esa confianza que se gastaba El Pequeño Nicolás, y recordarle cómo era aquello que dijo de que se iban a cargar los puentes por decreto. Pues no sé cómo lo verá ella, pero a mí lo de estos días me parece un acueducto en toda regla. Me acuerdo que nos tocó esto mismo en el instituto con la diferencia de que entonces Alfonso Guerra no dijo esta boca es mía. Todo lo contrario, dio fiesta de martes a jueves y todo el mundo estuvo por una vez de acuerdo con él: «A España no la conoce ni la madre que la parió». En general ese ejemplo que se corresponde a un fin de semana concreto sirve para extrapolar a una época y a una forma de hacer: antes, simplemente, no nos tocaban las narices. Ni tan siquiera alguien como Alfonso Guerra, que siempre desempeñó fielmente el papel de perro de presa y guardián de las esencias, se decidía a desgastarse por un puente. El Gobierno de ahora quiso convertirnos en noruegos para los puentes pero no para los sueldos. Se dieron cuenta de que eso desgasta mucho más que tres Bárcenas y dos Ratos. Al final no sé qué hicieron, pero siempre toca currar.

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