Blog | Recto verso

Reparto desigual

Aún nos falta mucho para ponernos en valor a nosotros mismos en materia turística

ESTE DÍA en concreto, 15 de agosto, siempre me pongo un poco nostálgico. Era el día que cerraba una puerta del verano en nuestra infancia y juventud, una etapa muy clara: la que cumplían los que se tenían que marchar a mediados de mes. Era curioso porque no se trataba de un día con carácter orientativo: era una máxima vital. El día 15 era muy habitual ver gente cargando coches, que no sé por qué antes parecían cargarse más que ahora, seguramente porque los maleteros eran más pequeños y encima la gente tenía más cosas que llevar de un lado para otro. Recuerdo muy bien algunos que portaban las teles aquellas de cuernos que ocupaban mucho y se veían de pena, pero era lo que había porque muchos no podían permitirse dejar una tele todo el año en casa. Quién les iba a decir que acabarían casi con una tele de plasma por habitación y ni así las considerarían suficientes para poder evitar todo lo que tienen que dejar de ver. 

Ahora aquel modelo de vacaciones se acabó, gracias a dios. 

Ahora hay otro mucho más democratizado, una palabra que no sé qué significa exactamente, pero que me parece algo tendenciosa, por lo general. 

Gracias a esta democratización vacacional tenemos el gusto de ver a mucha gente llegada de otras partes comportarse de forma totalmente grosera ante nuestras narices y hasta explicarnos cómo en el lugar de donde vienen las cosas son mejores y más baratas, la gente es más amable (nos tocaron los bordes), los conductores más atentos, los indicadores están mejor situados, los aviones vuelan más alto, los trenes llegan más puntuales y los hoteles tienen colchones más mullidos. Ustedes ya me entienden. 

No todos los que recibimos son así, afortunadamente, o nos tiraríamos por la ventana. Además hay que pensar que en vacaciones todos tenemos tendencia a comportarnos como idiotas solo por inercia: continuamos con nuestro día a día pero en un entorno socioambiental diferente, y eso descoloca a cualquiera hasta el punto de que un observador imparcial se preguntará muy en serio sobre nuestro estado mental o nuestra capacidad para desenvolvernos solos por el mundo. 

Entre esta gente y los que siguen comportándose con educación, que son la mayoría pero no hacen nada de ruido, por eso no se les ve, a diario agotamos las existencias de todo tipo de productos y habría que preguntarse, por ejemplo, de dónde sale todo el pulpo que se está consumiendo en A Mariña. Porque además de los restaurantes que ya funcionan habitualmente, seguro que ya han visto que en cada fiesta hay una pulpería de guardia que allí mismo se ventila los pulpos por toneladas. Y lo peor es que suelen estar buenos. 

Otro aspecto singular de esta situación que vivimos es el turismo de interior. Y no me refiero al que recibe Mondoñedo, sino al que nosotros mismos hacemos a otras localidades. Estoy prácticamente seguro de que si se pudiese comprobar cuánta gente de Ribadeo se acercó a dar una vuelta a Viveiro este verano, o viceversa, el resultado sería prácticamente cero. Y que no se tome esta afirmación por la circunstancia de que Ribadeo y Viveiro están en los dos extremos de la comarca, porque el resultado sería bastante similar entre O Vicedo y Mondoñedo, Viveiro y Barreiros, Foz y Ferreira. 

Mi impresión es que la mayor parte de los desplazamientos se producen entre Foz, Burela y Ribadeo y en muchísimas ocasiones más por razones comerciales que otra cosa, aunque luego se aproveche que vas a tal o cual supermercado o incluso al cine para tomarte algo por ahí. 

Pero el turismo por el turismo entre las localidades de esta comarca tan pequeña y tan alejada de sí misma como cabría imaginar conociendo sus carreteras es algo casi inexistente. Salvo las visitas forzadas por acontecimientos concretos (nuestra Festa do Marisco, los festivales de música...), falta todavía mucho que hacer en materia de intercambio. 

Eso solo se crea generando un mínimo caudal de curiosidad. De curiosidad hacia lo que está ahí al lado y nunca vimos, algo que seguramente puede sorprendernos sin necesidad de coger un trasbordo en la T-4. O el hecho de que pasar una tarde en un pueblo de aquí cerca no tiene por qué ser una experiencia menos satisfactoria que pasarla en alguna parte del Mediterráneo. 

Esto no creo que sea solo cosa nuestra, de A Mariña, pero eso no quita para que tal vez debiéramos mirarnos algo el ombligo y pensar que tal vez haya algo ahí fuera, en el patio del vecino, que merece la pena ser visto.  

EL GUSTO: El esfuerzo de Burela por se atractiva también en verano 

DE TODOS los municipios con costa que conforman la comarca de A Mariña, el de Burela es de lejos el que tiene menos tirón turístico. Su urbanismo incalculado, heterodoxo y reciente así como el hecho de que es una localidad surgida a golpe de trabajo en el mar, en Alcoa y en el hospital, hace que no haya sido concebida para atrer visitantes. Aún así, hay que reconocer que su gobierno local, que encabeza Alfredo Llano, hace serios esfuerzos por atraer gente durante el verano, luchando con sus armas contra otros gigantes que no necesitan tanto armazón porque ya se lo dio la naturaleza. 

EL DISGUSTO: La llamada de atención que no debería ser precisa 

EL CONCEJAL de medio ambiente de Ribadeo, Jorge Díaz, lanzó esta semana una llamada a la colaboración ciudadana que es algo deprimente porque no tendría que ser necesario que nadie la hiciese a estas alturas: el hombre pedía nada y nada menos que un mínimo de educación. Esa educación que a veces falta al tirar la basura en verano por la mañana o dejarlo todo tirado justo al lado de las papeleras. Si un concejal de medio ambiente de donde sea tiene que hacer pública la situación pidiendo por favor que no se haga, es que en realidad el problema tiene que ser peor de lo que creemos. 

* Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso el día 15/98/2016

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