Blog | Recto verso

Peleas sin saber por qué

DE MI ridícula carrera deportiva por las canchas de baloncesto sobresalen mucho más las broncas que las canastas ganadoras. Sobre todo porque canastas ganadoras no metí ninguna, pero broncas gasté unas cuantas. La que recuerdo con más cariño es la única en la que creo no haber hecho nada de nada. La cosa ocurrió en un partido contra Viveiro, cuyo jugador más bajo me sacaba la cabeza. Algo que, por otra parte, era bastante habitual. En un momento dado estábamos defendiendo y los árbitros pitaron una falta en ataque en el lado contrario del campo al que estaba yo. Los chicos de Viveiro hicieron las protestas de costumbre y yo fui a sacar de banda. Pero a mitad de camino alguien detrás de mí me soltó gritando: «Tú imbécil, ¿qué haces?». Cuando me giré vi a un buen bigardo -comparado conmigo casi todos lo eran- que al tenerme de cara me volvió a soltar: «imbécil, que eres un imbécil». Al principio quedé algo estupefacto, pero como el tipo venía hacia mí con intenciones que me parecieron aviesas, decidí mantener la distancia y empujé lo que me pareció mínimamente al tiparraco aquel. No recuerdo haber hecho ningún tipo de fuerza, pero el caso es que el fulano salió despedido dos o tres metros y luego se escurrió resbalando otros dos o tres por el parqué. Yo quedé atónito y el árbitro, que estaba justo al lado, me miró como si fuera Superman y no se atrevió a decirme nada. Al otro le cayó una técnica por llamarme «imbécil» y unas cuantas jugadas después me dio un hachazo de tal calibre que provocó una tangana reglamentaria y su entrenador le cambió al instante. Nunca llegué a saber qué pude haber hecho para enfadar tanto al chico aquel.

¿Moraleja? Pues ninguna. Es una batallita de abuelete que se me vino a la mente el lunes pasado en el acto de presentación del plan para la playa de As Catedrais. El alcalde de Ribadeo montó la bronca entre políticos más monumental que recuerdo con muchísima diferencia sobre la siguiente. Por cierto, también protagonizada por él a la salida de un pleno.

Convendría buscar las razones de la bronca tremenda a cuenta del plan de As Catedrais

Como me pasó a mí en aquel partido, la conselleira vio cómo se le venía encima un alcalde puede que sin ser consciente de lo que había hecho. O sí, no sé. Pero también hay que meterse en cabeza ajena, y seguro que aquel alero de Viveiro se sintió soliviantado por algo, de modo que habría que pensar qué hizo que el alcalde de Ribadeo perdiese los papeles de la forma que lo hizo.

Todo se basa en que el gobierno local detecta anomalías en el trato que recibe de la Xunta de Galicia. Sus representantes desde luego lo niegan y presentan docenas de llamadas, reuniones y antecedentes de todo tipo para demostrarlo. Pude hablar con alguna de sus representantes a la que comenté que la gente en Ribadeo no lo ve así. Paradógicamente, su trato al Ayuntamiento, para ellos normal o bueno, no deja de colocar a sus propios representantes locales en situaciones delicadísimas de las que, hasta el momento, no consiguieron salir bien parados. El grupo municipal está compuesto por gente sin experiencia de ningún tipo en primera línea política. Su portavoz, Jesús López Penabad, se vio forzado a debutar en un pleno el pasado miércoles para reclamar a la Xunta que paralice el famoso plan. Seguro que no fue plato de buen gusto para él, pero no hay que ser Henry Kissinger para darse cuenta de que se estaba colocando otra vez en la misma situación que con la residencia de ancianos: anclado frente a los ribadenses por una absurda partida de medio millón de euros.

Practicar ese juego es altamente arriesgado si el PP quiere abandonar en Ribadeo la situación periférica que ocupa ahora mismo, con cuatro concejales y rascando su suelo histórico de votos. Si la estrategia del PP va a consistir en situar permanentemente a su grupo municipal en la tesitura de tener que apoyar decisiones que aparentemente son lo opuesto a lo que quieren los vecinos, ya pueden armarse de paciencia, porque la van a necesitar.

Jugando a futurólogos, es probable que el BNG haya tocado techo. Diez concejales de diecisiete posibles solo se consiguen en base a una confianza ciega de los vecinos muy difícil de sostener en el tiempo por la pura ley de la gravedad. Pero eso no garantiza nada mientras sigas obligando a tus concejales a tener que salir a la calle a justificar que son de Ribadeo y apoyan los intereses de los ribadenses y quieren lo mejor para ellos. Esas cosas no se tienen que explicar, eso es algo que la gente tiene que percibir por sí misma y no hay rueda de prensa capaz de meterle en la cabeza a un pueblo entero que le estás ayudando si necesitas explicarle los trámites administrativos previos para lograr esa ayuda.

EL GUSTO. Una designación en la corporación de Burela de agradecer

BURELA ES sin ninguna duda uno de los municipios más multiculturales de toda Galicia. En relación a su población, probablemente el que más. Por eso hay que dar la bienvenida a la corporación a Angélica Gómez, una vecina de origen caboverdiano que se convierte en la primera concejala de inmigración y cooperación de origen extranjero que tiene esta localidad. Lo cierto es que cualquier otra cosa sería una anormalidad. Con gente de unas cuarenta nacionalidades distintas entre los vecinos, lo cierto es que la mujer ya puede tener cintura y miras abiertas, porque no es un camino de rosas.

EL DISGUSTO. Los robos regresan a la comarca justo a las puertas del verano

LA CADENA de robos en la comarca de A Mariña parece no tener fin. El pasado fin de semana los amigos de lo ajeno volvieron a pasarse por la zona. Suele ser en Ribadeo y Barreiros, y no faltaron a la cita. Que se sepa, en esta ocasión le tocó a dos casas y a una empresa de estos dos municipios. El subdelegado del Gobierno en Lugo, Ramón Carballo, debería presidir una junta local de seguridad en Ribadeo en pocas jornadas, o al menos eso hacía antes. Siempre que lo hace asegura que no hay que alarmarse y que todo es de lo más normal. Puede que para él sí. Para los que vivimos aquí, no.

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