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El futuro que nos ocultaron

La proyección temporal de ‘Regreso al futuro’ aplicada a A Mariña se quedaría muy corta

EL MARTES de la semana pasada fue uno de esos días marcados en rojo para los que nos gusta el cine: el 21 de octubre de 2015, fecha en la que Marty McFly vuela al futuro desde 1985 para rescatarse a sí mismo de una vida que está a punto de devorarle a él y a su familia. El director de la película, Robert Zemeckis, se mostró bastante avezado a la hora de idear cómo sería el mundo 30 años después. Es decir, ahora: revueltas en las calles, pantallas de plasma, empresarios con ínfulas...

Ése era el mundo de 2015 visto desde Hill Valley, un barrio residencial de Los Ángeles del 85.

Me pregunto qué hubiera hecho un director de aquí si en octubre de 1985 le hubieran propuesto diseñarnos el futuro que prevía para 2015.

Puede que, como hizo Zemeckis, imaginase que los coches iban a volar. Aunque sin duda lo imaginaría por razones muy distintas de las del director de cine. El nuestro se los imaginaría porque estaría convencido de que ningún vehículo podría circular por la Carretera de la Costa tal y como estaba en el 1985. Sin imaginar, desde luego, que treinta años más tarde iba a estar exactamente igual. En el caso de que el hombre fuese un optimista irredento, tal vez le diese por suponer que para entonces estaría ya lista y a pleno funcionamiento una autovía de tres carriles que solucionase todos nuestros problemas. Pero sean comprensivos: los directores de cine son seres soñadores por definición, pues de otro modo eso no sería lo que es, una fábrica de sueños.

Seguramente si hiciesen una encuesta en 1985 no imaginasen jamás que iban a acabar construyendo esa autovía pero por otro lugar: por uno por el que no se puede pasar más o menos un día de cada cinco.

Tampoco nos imaginaríamos un futuro en el que tener una ganadería de vacas de leche exigiría más papeleo que un cambio de sexo.

O que un lugar abandonado de la mano de dios como era la playa de As Catedrais, en Ribadeo, iba a convertirse en un imán tan poderoso que ya no quedaría un solo tipo en toda España que no hubiese oído hablar de ella. A cambio, nadie de por aquí iría a visitarla jamás.

Las proyecciones a treinta años vista realizadas en 1985 tienen un problema muy grave: nadie imaginó ni por encima lo que iba a pasar con todo lo que hay montado alrededor de internet. Y ya no me refiero estrictamente a lo de las páginas web, sino a cuestiones como la mala educación que surge alrededor de multitud de asuntos en Facebook, los insultos en Twitter o la mala baba que destilan otras redes sociales mucho más específicas.

En eso, pese a que los pueblos de la comarca de A Mariña son pequeños, se encuentran plenamente instalados en el siglo XXI y funcionan a pleno rendimiento: aquí se amenaza e insulta como en el mismísimo centro de Nueva York. O tal vez incluso más.

Cabría pensar también en 1985 que algunas cosas en A Mariña nos iban a ir a mejor. Porque por ejemplo estaba previsto, como así sucedió, que al año siguiente se inaugurase el Hospital da Costa. Una vez que tienes un hospital tiendes a pensar que lo van a ir actualizando conforme pase el tiempo porque es algo como natural. Pero de natural no tiene nada.

Van treinta años y parece que ahora se van a poner con la ampliación del centro hospitalario. Más camas y se supone que mejores. Aunque no se sabe nada de más médicos o más aparatos de esos caros que se fueron inventando entre 1985 y el tiempo presente.

Nos costaría imaginarnos en aquel momento lo que pasaría a raíz de un acontecimiento sucedido dos años después: la apertura del Puente de los Santos, en Ribadeo, que, aunque se calculaba que iba a tener un impacto importante, ni por asomo se esperaba entonces que acabase por convertir a ese municipio en el lugar de peregrinación de cientos de personas llegadas de multitud de pueblos de las zonas rurales de municipios asturianos. Y desde luego gallegos.

Treinta años supera un poco el tiempo adjudicado en sociología para dar paso a una nueva generación. Así que habría que pensar también en los cambios a producirse desde un punto de vista sociológico, y desde luego nunca se nos pasaría por la cabeza hace treinta años que se impondrían los pantalones caídos hasta la mitad del culo. Lo de las gorras giradas solo en parte sí que podría llegar a intuirlo algún esteta de los que por entonces se apuntaban a las hombreras que lucían Limahl o Miguel Bosé.

Lástima que ya no veamos una peli en la que alguien se imagine el 2045.

EL GUSTO

El inicio en breve de la mejora de la carretera de la Costa

SI LA semana pasada colocábamos a Ana Pastor en la sección de abajo, la subimos aquí arriba ahora porque están a punto de comenzarse a ejecutar los trabajos de mejora de la carretera de la Costa, la N-642. Es una obra tan necesaria y tan evidente que en realidad esto debería estar ya más que acabado, pero dadas las circunstancias, hay que agradecer también estas cosas, aunque sea sospechosamente en época preelectoral. Pero nunca es tarde si la dicha es buena, así que esperamos que ahora la ministra continúe atendiendo otras necesidades importantes de las que nos acucian por aquí.

EL DISGUSTO

Un derribo de un edificio ilegal con un regusto amargo

SANTIAGO LÓPEZ fue protagonista esta semana de un hecho curioso: le tiraron la vivienda por ilegal. Se encuentra en la costa de Barreiros y se construyó hace ya quince años. Desde luego desde un punto de vista estrictamente jurídico no hay nada que objetar, ya que la vivienda es, efectivamente, ilegal, y sobre ello le vinieron advirtiendo a su propietario. Sin embargo, su situación nos lleva inevitablemente a comparar su situación con tantas y tantas otras no solo en este municipio sino en otros en situaciones idénticas: ¿qué pasa para que se actúe en unas y en otras se haga la vista gorda?

Artículo publicado el pasado lunes 26 de octubre de 2015 en la edición impresa de El Progreso

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