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El fin de la espera

LA GENTE se muestra cada vez más remisa a ingresar en una lista electoral. Cuando este artículo llegue hasta ustedes faltarán exactamente 12 días para que todos los partidos políticos hayan presentado sus candidaturas ante la oficina electoral. Mientras yo lo escribo la mayor parte de ellos están haciendo maniobras para cerrar las candidaturas. No les envidio la papeleta.

A la gente no le apetece nada de nada esto de meterse en política, ni siquiera local. Simplemente quieren que le saquen las castañas del fuego, pero nadie se plantea cómo y, tal y como están las cosas, está muy claro que en el 99 por ciento de los casos va a tener que ser un trabajo desinteresado.

Cuando empecé a trabajar en esto, los concejales ramplones de cualquier equipo de gobierno se sacaban un sobresueldo sin mayores problemas. No había que hacer gran cosa. Anotaban en un papel que habían ido a tal o cual reunión o a hacer no sé qué gestión y, en función del ayuntamiento en donde estuvieran, se llevaban dos, tres, cuatro o cinco pesetas de las de entonces. A más gestiones, más ingresos. Ese sistema llegó a tal punto que ya no fue necesario justificar prácticamente nada. Bastaba un papel firmado poniendo «reunión en tal sitio» y el interventor le daba el visto bueno sin miramientos. De modo que salir de concejal en el equipo de gobierno llevaba premio incluso aunque no tuvieras una dedicación exclusiva o parcial. Ninguno se hizo rico, pocos renunciaron a cobrar. Alguno hubo.

Pero esos tiempos pasaron y ahora eso de pagar las reuniones pasó a la historia como los bonos de Nueva Rumasa o las maletas de más de 40 kilos en los aeropuertos. Así que la inmensa mayoría de los concurrentes saben de sobra que no van a sacar tajada de ahí. Incluso pueden meterse en un lío si votan algo que les dijeron que estaba claro y límpido y resultó no estar tan cristalino. Eso si no aparece una grabación o un correo electrónico que un día enviaste de forma inocente y sin reflexionar y, sacado de contexto, te deja en muy mal lugar y con pocas opciones de recuperar tu crédito en público.

La gente se muestra cada vez más remisa a ingresar en una lista electoral y eso se nota

La consecuencia es que por lo general las listas se van formando cada vez con mayor frecuencia por gente acérrima a unas siglas, expulsados de otros partidos que buscan reivindicarse o, en menor medida, estos nuevos movimientos sociopolíticos que por el momento está por ver qué resultado tienen. Esto hace que la mayor parte de ellas te dejen del peor modo posible: tal y como estabas. Ni frío ni calor.

Hace años podían gustarte más o menos los que iban, pero había sorpresas, fichajes de relumbrón y por aquí cerca hasta algún hijo de presidente de Gobierno que probó suerte en la política local sin que la aventura llegase a buen puerto. Los mirlos blancos están prácticamente extinguidos. Esto hace que esa pelea que se traen PP, PSOE y BNG por la Diputación siga abierta en lo que a la comarca mariñana se refiere. Cada uno de ellos es optimista en lo que a cada uno de ellos le toca, pero otra cosa es verlo desde fuera con cierto distanciamiento emocional.

No parece que vaya a haber terremotos en los municipios mariñanos. Hay algunos empates técnicos que va a ser muy interesante ver cómo se resuelven. Por ejemplo, qué pasa con el estrechísimo margen por el que se impusieron en 2011 Federico Gutiérrez en Riotorto o González Barcia en Burela. O los apasionantes casos de Viveiro y Foz.

En el primer caso, PP y PSOE presentan caras nuevas con un BNG que está muy asentado.

En el segundo, Castiñeira hizo funambulismo para mantenerse en el gobierno local en minoría. Por el camino, el PSOE se descompuso y recompuso creando un partido y enterrando otro mientras el Bloque presenta un rostro nuevo y juvenil.

También quedaron en el alambre hace cuatro años O Valadouro o Mondoñedo, aunque tuvieron un discurrir muy diferente. Por un lado, en O Valadouro forzaron un gobierno de coalición que dejó a José Manuel Lamela con la miel en los labios y un futuro político incierto, a falta de saber si la gente ya se habrá olvidado de él y cómo funcionará Udival, el partido de la primer teniente de alcalde, y desde luego el paso de Edmundo Maseda por el sillón de alcalde.

En cualquiera de ellos será interesantísimo ver cómo juzga el respetable estos cuatro años.

En poco más de mes y medio se sabrá y hablaremos de los damnificados procurando nosotros no hacer leña del árbol caído porque para esas labores siempre sobran leñadores.

EL GUSTO. Una iniciativa distinta y arriesgada en Semana Santa

ANTONIO VEIGA apoyó desde la Diputación una iniciativa distinta, arriesgada y agradecida en Burela en plena Semana Santa. Se llama Aversion Fest. Y durante dos días (viernes y sábado) reunió en la localidad burelesa a un buen número de bandas de rock underground. Lo completaron con charlas o un mercadillo y tal vez deberían plantearse hacerlo con un arco algo más abierto de participantes y no tan restringido al mundo del punk, porque es una propuesta distinta que no empaña lo de las procesiones y supone una buena alternativa para los que no quieran asistir a actos religiosos.

EL DISGUSTO. Un hombre de la movida que se fue sin hacer ruido

ANTONIO RESINES vivió los últimos años de su vida en Ribadeo. Cada mañana recogía el periódico. Era un lector impenitente. Se le conoció por ser el primero en España en traducir a Bob Dylan. Pero no se conocía tanto que estuvo metido de lleno en la movida madrileña, donde alternó con todos los nombres que ahora tienen en mente y hasta probó suerte en la música, aunque no se le dio bien. Se vino aquí de la mano de Gonzalo Moure o José Luis Gegunde y finalmente un problema cerebral se lo llevó sin el reconocimiento que merecía. Aquí también entonamos el mea culpa.

Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso, el lunes 6 de abril de 2015.

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