Blog | Recto verso

El entierro de la sardina

Habrá que plantearse que a lo mejor es conveniente parar unos años de comérnoslas

EL MUNDO de la pesca está soliviantado. No sé decirles qué parte exactamente, porque si son ajenos a sus interioridades, solo les diré que es intrincado, complicado, derivado, exhaustivo, internacional y muy, muy delicado. Ya lo habrán visto en las noticias: anda por ahí una petición de que se dejen de pescar sardinas ¡durante quince años! ¡Quince años sin sardinas! ¿Qué va a ser de nosotros? Es una pregunta retórica, por supuesto. La respuesta es "nada".

Si está sobre la mesa una propuesta de que hay que parar de pescar sardinas durante quince años, nada menos, por algo será. La sardina es uno de esos pescados que me parece a mí, que me gustan muchísimo, que estuvo desde siempre claramente infravalorado, que las sardinas a la plancha son complicadas de mejorar cuando te las dan como las hacen en A Taberna de Antón en Ribadeo, es decir, cocinadas de forma simple pero efectiva. Es verdad que huelen, que sueltan mucho humo, que te queman los dedos al comerlas... Pero están buenísimas. Son un plato tan humilde como exquisito, una combinación que lo convierte en maravilloso.

Aún desconociendo los entresijos de su pesca, ya les digo yo que nos pasamos. Si conocen gente en Cudillero les contará, incluso aunque no sean demasiado mayores, que recuerdan cómo en la bahía que forma el puerto el agua se tornaba plateada de tantos miles que había. Los barcos simplemente se adentraban unos pocos metros y volvían cargados de sardina.

Hace unos años recuerdo un reportaje sobre la pesca del atún rojo con almadraba en la zona del Estrecho. Los pocos pescadores que todavía se dedicaban a ello se ponían locos cuando les hablaban de paros biológicos. Y con razón. La pesca que hacen es muy reducida, y más ahora que quedan pocos. Luego llega algún buque de esos gigantescos que los coge como si estuvieran en un barreño y los dejan a ellos con cara de tonto.

Luego te disimulan la situación contándote historias del lejano oriente, y esto no es una metáfora. Te cuentan que lo que capturan en las almadrabas es una exquisitez de una calidad inigualable que se paga a precio de oro.

Probablemente sea cierto, pero no se trata de eso, se trata de favorecer a quien pesca de una forma sostenida y razonable. ¿Quién extermina a los rinocerontes? ¿Las tribus africanas que los cazan porque les estropean los cultivos o los que los matan por encargo de los chinos con el único fin de cortarles el cuerno que al parecer para ellos es una viagra natural incomparable? Seguro que ya han respondido a la pregunta.

Aquí en A Mariña de vez en cuando el sector pesquero se sobresalta con una situación similar a esta que toca en este momento. Ahora son las sardinas, pero antes fueron muchas otras especies.

Ahora estoy viendo venir que probablemente acabe pasando algo parecido con especies que ni nos planteamos, como por ejemplo el pulpo o los calamares. No sé nada de sus datos biológicos, pero sí de su escalada de precios en las pescaderías, que hace que hacerse un guiso de pulpo en casa no sea ninguna tontería.

Este verano me contaban en una pulpería que no subían el precio de las raciones de pulpo básicamente por vergüenza, pero que al precio al que tenían que comprar el pulpo, no le ganaban prácticamente nada. A ello se unía otro factor que desconocía por completo: la calidad. Al parecer les llega cada vez más producto que no es de la calidad de hace unos años, y el cliente acaba notándolo y, como siempre, echando la culpa a la gente del bar.

Los consumidores, o sea, todos, tendemos a pensar que vivimos en una situación inmutable. No nos importa que vengan tomates de unas plantas que dan tres cosechas al año que ni tan siquiera están plantadas sobre tierra fértil. Lo único que queremos es que los tengamos en enero para luego quejarnos de que no saben a nada.

Queremos tener sardina para San Juan solo porque nos parece un sacrilegio ofrecerle a este santo churrasco en lugar del pescado azul, como si le importase mucho qué se cocina en las hogueras de esa noche.

Un paro biológico de quince años para la sardina seguramente sea una solución bastante extrema, pero es algo que ya le hicimos a las lubinas o los lenguados. Si quieren comprobarlo, vayan a comprarlos y que no sean de piscifactoría. Y les daré un consejo: antes de nada, fíjense en el precio, porque lo mismo prefieren rebajar sus aspiraciones y llevarse a casa otro pez más humilde pero que, a cambio, no les deje temblando a fin de mes.


EL GUSTO

ASTILLEROS GONDÁN, empresa ubicada en la orilla asturiana de la ría de Ribadeo, en la localidad de Figueras y que preside Álvaro Platero, continúa destacándose como una de esas firmas que cumple con lo que al parecer tanto se pide ahora: desarrollar el I+D+i. Gracias a la indudable calidad que atesoran sus embarcaciones y a todo el nivel tecnológico que son capaces de dotar a su trabajo, consiguen llevarse encargos como el que le hizo Baleária. Se trata de nada menos que cuatro catamares de fibra con capacidad para 350 pasajeros que se distinguen por su alta capacidad ecológica.

EL DISGUSTO

HAY QUE TENER manga ancha con las notas de prensa que hacen nuestros políticos y no tomarlas al pie de la letra. Pero al mismo tiempo deberían ser más cuidadosos y tener algo de ojo con lo que dicen. El pasado jueves Daniel Vega y Jaime de Olano dijeron que el sector lácteo gallego, nada más y nada menos que está "despegando". ¡Despegando! De Olano no, pero Daniel Vega debería saber que eso no solo es una afirmación muy arriesgada, es una auténtica temeridad y si no, que se dé una vuelta por las explotaciones pero en serio, no solo en una pactada de antemano. Aunque eso él ya lo sabe.

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