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1860, la desgracia del hermano pobre

Hubo un tiempo en el que el segundo equipo de Múnich era el primero hasta que Beckenbauer decidió cambiar de bando e irse al Bayern. Ahora pena por una división amateur entre deudas y una inestabilidad que no cesa

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photo_camera Un jugador del 1860, abatido tras el descenso a la Cuarta División

Frank Och era un tipo alto y delgado, demasiado espigado y de pelo enmarañado e hirsuto. Era sumamente educado en el trato y, en lo futbolístico, tenía una enorme clase para salir con el balón jugado desde atrás y romper líneas de presión. Frank Och era el perfecto central alemán. Al menos para la liga universitaria compostelana. Aquel estudiante de Erasmus que daba lecciones sobre la mala tierra del campus sur me contó una historia en un tercer tiempo que se había prolongado demasiado. Como muniqués nacido y criado en la capital bávara había recibido aquel relato de su padre. Mi tradicional apego por elegir el bando perdedor hizo el resto. Convirtió aquella narración en un argumento irrefutable para situar al TSV 1860 München a la cabeza de mi imaginario particular del fútbol germano. Fue antes de viajar a Köln o de leer sobre el St. Pauli. 

Entre demasiadas cervezas, Frank Och relató cómo Franz Beckenbauer no había sido un fiel seguidor del Bayern desde niño. Me contó cómo el hombre que cambió el fútbol alemán lo hizo también en su propia ciudad. Me narró cómo engrosó en la lista de 'robos' memorables, a la misma altura del Di Stefano o el Figo con la camiseta blanca en vez de la azulgrana, el de Villa jugando en el Camp Nou y no en Concha Espina o el de Makaay de albiazul y no de celeste.

Och afirmaba, con el aura de superioridad que le daba su papel de seguidor del Bayern, que Beckenbauer había mudado de bando. No fue fan de los de Adidas y de la Audi, sino del 1860. Había querido jugar allí desde que era niño. Porque, en aquellos años, los '60 eran el club de referencia en Baviera, por encima del actual gigante teutón, aún a pesar de que los rojos habían ganado la Liga en 1932.

Beckenbauer era fan del 1860 München y no del Bayern, que en los años 60 era el equipo grande de la capital de Baviera

Cuando Franz jugaba en el modesto SC 1906 München, el 1860 era el equipo con más seguidores. Tenía una Copa de Alemania, había sido subcampeón de la máxima división y, más tarde, cuando se fundó la Bundesliga en 1963, fue uno de los 16 equipos elegidos para jugar su primera edición. Entre ellos no estaba el Bayern, que tuvo que esperar dos años para alcanzar la categoría reina en su país. En aquel 1965 los '60 ganaron su primera y única Liga acentuando su dominio en la capital de Baviera. Ese mismo año fue subcampeón de la Recopa de Europa -a la que había accedido tras ganar la Copa del 64- que perdió en Wembley ante el West Ham (2-0) con dos goles de Alan Sealey. Un año después fue subcampeón de la Bundesliga por detrás del Eintracht de Braunchsweig.

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Pero ese fue su tope. A partir de ahí, el Bayern cuajó su gran generación de futbolistas comandada por Beckenbauer y el 'Torpedo' Müller. Ahí entra el relato de Och, que aseguraba que si Franz se hubiera mantenido en sus trece de jugar para el 1860 Alemania sería blanca y azul y no roja. Och no contó que la decisión de Beckenbauer no fue tomada a la ligera, sino que intervino el azar y un mal gesto para cambiar la historia balompédica global.

El gran centrocampista y posterior central que dominó Europa en los 60 y 70 eligió su odiado Bayern sobre su querido TSV por un partido sub14. Fue en 1958, en un torneo veraniego. Había llegado a la final con el SC 1906 München contra el 1860, con el que había pactado ya su pase para engrosar en las categorías inferiores. Pero en medio del encuentro, con las pulsaciones a 200, un rival lo abofeteó como respuesta a una patada del adolescente Franz. Según cuenta la leyenda, el gesto sentó tan mal a Beckenbauer que rompió el pacto y se marchó al Bayern, al quite de la situación y del descontento del genio bávaro.

Franz era simpatizante del 1860 y tenía un acuerdo para jugar en sus categorías inferiores, pero lo rompió por una bofetada

La mariposa aleteó y transformó una bofetada en un cambio eterno de tendencia. El 1860 München no volvió a ganar nada, se convirtió en un equipo ascensor, tocó Europa en algunas -pocas- ocasiones y vio cómo su gran enemigo se convirtió en el 'Deutscher rekordmeister' con 27 Ligas, 18 Copas, 5 Copas de Europa, 1 Uefa y 1 Recopa. Un grande mundial.

Mientras el trasatlántico muniqués acentúa su dominio y opta a un nuevo triplete, el 1860 pena por la Regionalliga Bayern (la Cuarta División alemana) tras casi dos décadas de malas decisiones, deudas, guerras internas y un inversor jordano que se sitúa en el ojo del huracán.

El cambio de siglo acabó por matar al TSV. En la 1999-2000 se había metido en la ronda previa de la Champions con Thomas Hässler como punta de lanza. Se quedó fuera de la máxima competición continental ante el Leeds. Aquello fue el inicio de una cuesta abajo que parece haber tocado suelo esta campaña.

El complejo de inferioridad con respecto al Bayern le jugó la peor de las pasadas para poner un yunque en el cuello blanquiazul y hundirlo poco a poco en el río Isar. En 2001, el presidente Karl-Heinz Wildmoser se metió en la construcción del Allianz Arena con su gran rival metopolitano. Para no ser menos, decidió que los '60 debían pagar lo mismo que su enemigo. Eso lo condujo a la ruina.

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Solo tres años más tarde de aquel órdago fatal, en 2004, el TSV descendió a la Bundesliga 2 para estrenar, un año más tarde, su compartido Allianz en Segunda, donde estaría otros 13 años. Lastrado por la exigencia del pago de la construcción del macroestadio, el club tuvo que vender su participación en la explotación del mismo acuciado por la necesidad de liquidez. Ahí apareció el Bayern para continuar con una ataúd que iba tomando forma.

El máximo rival muniqués compró la parte del Allianz al 1860 por 11 millones de euros y le alquiló la opción de jugar allí por 3,5 millones anuales. Era eso o vagar por campos sin capacidad para una masa social superior a los 25.000 socios.

Las deudas obligaron a la directiva a buscar a un inversor. La llegada del jordano Hasan Ismaik fue el principio del fin del club

Junto a una situación económica cada vez más depauperada y hundido en el pozo de una categoría sin grandes ingresos, el 1860 se encontró en bancarrota en 2011. Era un todo o nada, un sobrevivir o llamar al cura para oficiar el funeral. En esos momentos de desesperación los dirigentes se agarraron al inversor jordano Hasan Ismaik como un bote salvavidas que se reveló incapaz de navegar en aguas turbulentas.

Ismaik, que no tenía experiencia ni conocimientos del mundo del fútbol, compró el 60% de las acciones a cambio de 18 millones de euros. Sin embargo, por la regla del 50+1 -una norma que obliga a los clubes alemanes a que sus socios minoritarios tengan al menos el 51% de la propiedad y no esté en manos de un solo inversor- solo el 49% de lo adquirido por el jordano tenía capacidad de voto en los consejos de administración.

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El nuevo dueño comenzó un periodo de pésimas decisiones en lo deportivo y de cambios constantes en lo institucional. Las dimisiones, los despidos de presidentes, directores ejecutivos, directores deportivos y personas de confianza fueron constantes en menos de una década.

Ismaik gastaba demasiado dinero -10 millones de euros solo en la 2015-2016- en plantillas gestionadas por el hombre fuerte que estaba detrás del jordano: el agente de futbolistas iraní Kia Joorabchian. Entre ambos aumentaban la deuda del club con promesas de un retorno a Europa a corto plazo que se sustituía por la zona baja de Segunda.

Así llegó la campaña pasada. El 1860 volvió a competir todo el año por la mera supervivencia con la diferencia de que en la 2016-2017 acabó en la promoción de descenso. Atenuado por los nervios y la presión, el TSV bajó a la Bundesliga 3 en un tenso play off con el Jahn Regensburg. Los ultras arrasaron con el estadio mientras perdían 0-2 en la vuelta en el Allianz (habían empatado a 1 gol en la ida) y tomaron consciencia de que la puñalada afectaba ya al corazón.

El descenso a la Regionalliga Bayern (Cuarta División) supuso una puñalada al corazón de los aficionados y del propio 1860

Al borde del colapso económico, el München 60 necesitaba 10 millones de euros para salir en la Tercera División del país. Ismaik exigió aumentar su poder de decisión aún más para acudir al rescate, chantajeando a una directiva que aceptó sus demandas. Pero ahí apareció la norma del 50+1, los socios impidieron que se llevara a cabo la operación y el 1860 tocó fondo en una división amateur: la Regionalliga Bayern, entre filiales y equipos de barrio y de ciudades minúsculas.

Ismaik trató de vender sus acciones, pero el precio que pedía, 65 millones de euros, imposibilitó que saliese del club. Para impedir la liquidación del equipo, el jordano aceptó prorrogar el pago de la deuda del TSV con su persona -de unos 60 millones de euros- y el club se mantiene en la UCI, lejos del Allianz, al que cambió por el viejo Grünwalder Stadion -de 21.200 espectadores- y liderando una categoría impropia de un campeón alemán y fundador de la Bundesliga que cuenta con 20.000 socios.

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Quizás, de no haber mediado una bofetada inadecuada al jugador inadecuado sería el Bayern y no el TSV 1860 München el hermano desgraciado. Todo por una mala tarde en un partido inocente en 1958. Todo por la torta más cara de la historia del fútbol. Un golpe de 60 años que convirtió al príncipe en un mendigo de león en el pecho y colores azul y blanco en sus harapos.

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