Opinión

La sonrisa de Andrea

TENGO UNA hija de 12 años, los mismos que tiene Andrea. Es mi tesoro. No quiero —nadie quiere— ni imaginar lo que habrán sufrido y visto sufrir esos padres por el suyo, por su hijita enferma, para llegar a implorar una muerte digna para ella. La vida a veces es un océano de lágrimas, un verdadero horror. La muerte es inherente al propio ser humano, pero... ¿por qué ha de serlo también el sufrimiento sin límites que conllevan ciertas enfermedades? Solo a la familia de la criatura le incumbe decidir. Las leyes, la medicina, la Administración... todos deberían poner las herramientas necesarias para que así fuese, amén de controlar posibles abusos. Sin tener que suplicar, pelear con la burocracia ni recurrir a los medios de comunicación como último recurso. «Andrea tendrá una muerte dulce, un poco más fácil que la vida que ha tenido», comentó el abogado de su familia. ¡Snif! Creo, necesito creer, que Andrea empezará a sonreír ahora.

Comentarios