Opinión

Falsas apariencias

SIENDO NIÑO, mis padres nunca me regañaban por llegar a casa con la ropa sucia. «Es más importante tener el calzoncillo limpio», decían. Con esta metáfora me enseñaron que el aspecto exterior, a veces, engaña. De manera consecuente, aprendí a valorar el chicle ya mascado que compartía con los colegas de Montirón —mi barrio— sin tener en cuenta el zurcido de nuestros pantalones; esto es, la esencia antes que la apariencia, y la vida me lo corrobora casi a diario. Padres ‘ejemplares’ que asesinan a sus hijos, hombres ‘elegantes’ que pegan a las mujeres, gente ‘guay’ de la banca que endosa preferentes a ancianos, yernos reales ‘estupendos’ que estafan, políticos ‘guapos’ que sisan dinerillo público... En fin. Sabios los papás, como siempre.

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