Opinión

La Quinta Avenida

SI ALGO NO SE les puede negar a los coruñeses es amor propio, orgullo de sí mismos y de su ciudad. A mí el sitio me gusta sobre todo por tres cosas: porque están los de Monte Alto, porque mis visitas se suelen limitar a la franja inundable y porque es una especie de Pequeña Habana para los lucenses que han tenido que resignarse a la emigración. Me dijeron una vez en Distribución que El Progreso vende un buen montón de periódicos allí, tanto en suscripción como en kiosko.

Es una presencia testimonial claro, los coruñeses tienen sus propios periódicos locales, si bien con vocación universal. Uno que dirige Émile Zola, por ejemplo, se distribuye también por todas las pedanías coruñesas, como Santiago, Vigo, Lugo, Ourense o Pontevedra, que son aldeas dormitorio donde viven los gallegos que aspiran a vivir en A Coruña pero todavía no han hecho méritos o no tienen posibles.

Yo le suelo echar un vistazo, hay que enterarse de lo que pasa en la corte. Por eso sé que esta semana han inaugurado un paso de cebra en la calle Ramón y Cajal que tiene pintura como para alicatar Riazor, si hiciera falta en caso de ascenso a categoría profesional. En los titulares se preguntan si "¿Es A Coruña o la Quinta Avenida de Nueva York?". Pues yo no sabría qué decirles, siempre pensé que la ciudad se conformaba con compararse con el barrio de Salamanca de Madrid, este salto no lo vi venir.

Está bien esta ambición, son las cosas que hacen ciudad. Eso, y unos cuantos miles de millones de inversión autonómica y estatal a los que los que el tercer mundo gallego no puede aspirar. Bueno, aspirar sí, lo que no puede es ni olerlos.

Es importante tener posibles para poder cumplir ambiciones, eso de que todo es cuestión de esfuerzo y voluntad es una engañifa de los que llaman meritocracia a los privilegios adquiridos. Veo en ese mismo periódico del que usted me habla una foto de un joven coruñés con un reloj caro y jersey del color del cielo, sobre un titular: "Hice el examen MIR cinco veces para poder elegir cirugía plástica". El pie de la foto, que sorprendentemente no se tomó en el paso de cebra de la Quinta Avenida coruñesa, se alaba su persistencia para "satisfacer su vocación y seguir los pasos de sus padres".

Padre y madre son, explica páginas adentro el chaval de 30 años, una conocidísima pareja de cirujanos plásticos en la ciudad, seguramente con clínica propia y a lo mejor con Rolls de contrabando, como decía Serrat del curapupas que le levantó a Curro el Palmo a Merceditas, la del guardarropa. Las primeras dos o tres veces que se presentó al examen no pasó del cuatro mil y pico. Pero pudo permitirse persistir, hasta que a la quinta pilló por los pelos la plaza de cirujano plástico en A Coruña.

Casi a la vez, quizás el mismo día, El Progreso publicaba que habían quedado vacantes 19 de las 30 plazas MIR de Medicina Familiar que se ofertaban en el área sanitaria de Lugo. No pasa solo en Lugo, en toda España han quedado sin cubrir 131 plazas y en Galicia, 33. Pero 19 de ellas son en Lugo, eso fijo.

No puedo dejar de preguntarme si el hijo megapijo y no especialmente brillante de un matrimonio con posibles en Lugo se tomaría el esfuerzo de hacer cinco veces el MIR para quedarse en la ciudad. Me da que ni aunque le pintásemos la muralla de paso de cebra. Seguramente tampoco tendríamos inversiones para la obra, pero todo empieza, decía al principio, por el amor propio.

MUNDOS PARALELOS

Eu non, pero como se o fose
En estas líneas debería ir algún comentario mordaz sobre la fotografía, pero entre el ingenio de los de Ciudadanos y el genio de mi compañero fotoperiodista Sebas Senande, lo mejor que puedo hacer es callarme y disfrutar del espectáculo, que aún queda para un rato.

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