Opinión

El último día de Terranova

El último día de Terranova era el título de aquella novela de Manuel Rivas. Manuel es un escritor que siempre mira al mar, como gran enfermo de horizontes que es. En aquel caso, Terranova era una librería, y no es raro, porque siempre estamos a punto de naufragar, pero un día como hoy no valen los juegos de palabras porque solo los marineros mueren en el mar.

Preferiría huir de este tema, de las frases manidas, vulgares e inanes que puedan salir de mi boca para ensuciar el dolor de los demás, sin embargo, cualquier otra cosa hoy resulta una frivolidad. 

Siguiendo los pasos de Rivas, Antonio Lucas también quiso escribir sobre el mar, subirse a un barco pesquero, sentir la inmensidad, la desolación, la fuerza opresiva de la naturaleza. Contra ella hay poco que hacer, no importan los avances científicos, el buen estado de revista de los motores, la ligereza del casco, lo lustroso que sea el puente de mando, lo bien que funcionen las balizas. Si tu destino es trabajar allí, coqueteas con la fragilidad del destino en cada vaivén de la marea. 

Dice Lucas, que ninguno lo hace por épica, por adicción al mar, por la fascinación que a todos nos provoca cuando lo vemos desde la orilla y lo envolvemos de palabras inmensas y vacuas. Dice que solo es un modo de ganarse la vida. Uno hermoso y cruel. Hermoso porque, aunque no lo sepan, ellos – y ellas, también hay mujeres embarcadas, son hermosos, y cruel, porque es cruel vivir pensando cuál será la ola que se llevará tu cuerpo mientras lanzas redes que devuelven un botín cada vez más escaso de peces. 

A bordo, dice, la muerte es una presencia. La rondan, la velan, la burlan, la acarician, es una energía más meciéndose al ritmo de cada nuevo temporal. Es como si se vistieran de ella, como si se cubrieran con su piel.

El agradecimiento por lo que hacen es imposible, deberíamos bendecirles cada vez que tenemos en nuestra mesa esos alimentos, pero al menos podemos llorar y mirar al mar de Terranova como a esa tumba de Chor de la que habla Dombodán, el personaje de Rivas, una que decía, aquí yace un hombre que no quería morir. 

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