Opinión

Placer maduro (y femenino)

Hace unos meses, en el congreso de Mujeres que opinan, Susana Pedreira entrevistó a Mercedes Milá y hablaron entre otras cosas de la sexualidad de las mujeres mayores y se refirieron a una conversación de Milá con Manuela Carmena de la que emitieron unos minutos en la pantalla de la sala. Me pareció revolucionario ver a una señora mayor, arrugada, elegante, inteligente, ver a una vieja hablando de deseo, de carne, de la vida en cuerpos decrépitos. 

¿Acaso los de ellos no lo son? 

Eso dijo la exalcaldesa, con su serenidad y su sabiduría y yo pensé que de todas las prebendas que acarrean los hombres, la separación entre su deseo y la consciencia de la apariencia de su cuerpo es la que les da más poder. Quizás por esa candidez o despreocupación con respecto a las señales del tiempo o a la fealdad de su cuerpo es que es habitual ver a individuos muy mayores con chicas y raramente sucede al revés, tal vez no tanto por el desinterés de los jóvenes por las mujeres de más edad como por la terrible consciencia que acarreamos de nuestro cuerpo y sus defectos, olvidándonos que es más importante la funcionalidad que la apariencia. 

A mi tormentito y a mí nos gusta ir al cine juntas, aunque ella no es tan purista como yo y prefiere ir a uno donde pueda comer palomitas. Hace un tiempo fuimos a ver ‘Buena suerte’, Leo, que habla de la sexualidad de una abuela que nunca ha disfrutado con su marido y ahora, viuda, quiere tener las experiencias que sabe que existen pero que nunca ha tenido la posibilidad de practicar. Las lleva anotadas como si de la lista de la compra se tratase. Para ir tachándolas, escoge un compañero de juegos al que ha de pagarle y superar el dilema moral que implica la prostitución, aunque ejercerla parezca una elección por parte del hombre joven y hermosísimo que elige para intentar llegar al mundo del placer compartido cuando su cuerpo ya está fuera del canon. En realidad, lo que le ayudará a comprender el chico es que el camino del placer a menudo es solitario y que de todas las asignaturas pendientes que tiene la profesora jubilada, la autosatisfacción es la más importante, pero difícilmente podrá iniciarlo hasta que se enfrente a su imagen desnuda en el espejo. 

Una esplendorosa Emma Thompson aparece frente a todos con su maravillosa normalidad desplegada y a mí me parece tan bella como una Venus saliendo de su concha, una diosa que está a punto de saber que no es lo mismo placer que fertilidad y que lo primero no se acaba.

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