MIS AMIGOS en las redes saben que llevo años recopilando imágenes de hombres leyendo en las calles. Ya sea en un banco, en las escaleras de una plaza, en un café, en una estación de tren, un día de sol o uno de lluvia, en una playa o unos soportales, sea como sea es una imagen hermosa. La abstracción necesaria para sumergirse en ese mundo al que te lleva la lectura, que te aleja de lo que sucede a tu alrededor y te da un aire de estar en un limbo al que los otros no pueden acceder, ofrece un atractivo difícil de explicar, pero obvio.
Leer es sexy. Puede, pero es un lema un tanto manido y usado en fotos de Marilyn o de Newman un poco redundante, así que no lo utilizaré cuando haga mi exposición de fotos a un solo disparo sin que los jóvenes o señores a los que capto sean conscientes de que están protagonizando un instante de belleza que quedará para la eternidad… al menos la eternidad de la memoria de mi teléfono.
Esta semana la imagen más vista en los medios podría haber sido un edificio de quince plantas derribado por un misil en Gaza o el cuerpo de una joven agarrado p o r unos policías colombianos por manos y piernas camino a la comisaría unas horas antes de que la chica decidiera quitarse la vida después de acusarlos de haber abusado de ella, o cualquier otra porque en el mundo no dejan de pasar cosas terribles, pero no, en nuestro pequeño mundo la imagen que hemos visto, queriendo o no, es la de Pablo Iglesias leyendo.
Te han copiado, me dijeron en Facebook. Ese es un posado robado, me defendí yo, pensando si el revuelo sería por lo sobrenatural que le parecía a muchos ver a un político con un libro en la mano y comprobando que no, que el libro es lo de meno s . L o que importa es un corte de pelo.
