Opinión

Divorcios covid

NO SÉ a ustedes, pero a mí estás postrimerías del covid me están dejando turulata.

Si estás en una calle de Ibiza o de Madrid el raro es el que lleva mascarilla, si paseas por Santiago o por Pontevedra lo extraño es encontrarse a alguien que no la porte.

En calles desiertas de nuestro pequeño país encuentras a personas bien embozadas que a continuación se sientan en un bar con cinco o siete amigos y se descubren aliviados el rostro para reír y hablar animadamente mientras se toman un café, una caña o un mosto, como si el riesgo de contagiar o ser contagiado tuviera más que ver con la peatonalidad que con mantener la distancia social. Al día siguiente se citarán con otros conocidos y así sucesivamente porque todos damos por sentado que la vida ya no se puede demorar más.

Hablo en tercera persona, pero podría hablar en primera porque de las incongruencias que se salve quién pueda. Yo no.

En tiempos en los que la ciencia nos has librado del desastre o al menos lo intenta, nada más supersticioso que seguir las normas como creencias y no como medidas tomadas según el raciocinio y la experiencia, pero claro, si nuestras autoridades nos dijeron un día que en la cima de la montaña era obligatoria la mascarilla como si el virus cayese de los aviones como los piojos en aquellos cuentos de los ochenta, no vamos a esperar ahora ningún tipo de reflexión.

Es mucho más conveniente una sociedad autómata, que no piense demasiado y obedezca alegremente. Y los seres humanos somos así, incoherentes, miedosos, emocionales, dóciles y con tendencia a dejar en el otro nuestras decisiones para a continuación hacer lo que el cuerpo nos pida.

Al menos somos divertidos.

Cuando nos mandaban cosas absurdas todos los días era el mismo mar, ahora cada día es una sorpresa.

Un día en un concierto con sillas separadísimas y techos altos a nivel capa de ozono, una amable señorita viene a reprenderte porque tu comportamiento es más alegre del que se espera en una misa y has alargado los sorbos peligrosamente.

Al día siguiente, vas a un sarao donde en la sobremesa hay un baile donde las ganas de vivir se desatan tanto que a todos se nos olvida la posibilidad de morir y saltamos juntos al ritmo del último hit.

Pero lo último son los divorcios covid.

Ayer mi amigo Pablo me dijo que no aguantaba más, que se separaba de Mariví.

Lo que pasa, me dijo, es que no quiere vacunarse y yo no lo puedo consentir.

Se ve que lo de liarse con otro es muy antiguo, pensé, como de otra era. Ahora los conflictos se dirimen en el Ministerio de Sanidad.

Pero, hombre, ¿qué hay más importante que el amor? Le dije titubeante y por decir algo a lo que él con convencimiento contestó:

La salud.

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