Opinión

Cuéntame un cuento

Historias que limpian la memoria y traen la paz de los recuerdos, inventados o no

EL OTRO DÍA un amigo me contaba que había encontrado ordenando su casa una entrevista a Juan Goytisolo de 1992, nada menos. Me quedo con la duda de saber si la entrevista estaba en la revista o el periódico que la albergaba o si estaban las hojas recortadas por algún motivo y guardaba en un cajón con la intención de compartirla con alguien. Mi madre lo hace a menudo cuando voy a comer a su casa, sacarme un recorte de un artículo de Rodrigo Cota o de Marta Rivera de la Cruz o de quien sea que haya llamado su atención esos días.

En cuanto a amigos, pensé yo al recibir ese mail, es bueno tenerlos con ese fondo de armario, uno que incluya unos zapatos de ante y las declaraciones de un escritor muerto. Me contaba L. que tecleó el nombre en Google y vio que había muerto en el 17 y leyó un artículo en el que alguien contaba sus penurias finales, pero que le interesó sobre todo cómo hablaba el autor de su relación con el mundo árabe desde ese Marrakech donde pasó sus últimos años, y la tradición oral, tan viva allí y tan desaparecida aquí.

Cuando era pequeño, me dijo, los viejos se reunían para cualquier cosa: la matanza, la siega, recoger las patatas o simplemente para saber de la vida de los otros y, siempre siempre, se ponían a contar historias. Lamentaba no haberles prestado demasiada atención y recordaba una vez, mientras me tocaba pandar y era un chinorri de seis o siete años, un señor con bastón y boina que a él le parecía del siglo pasado, le contó que a su edad él era el encargado del ganado, pero que un día que se puso a jugar con otro chaval las vacas se le escaparon a la huerta del vecino. Al viejo que un día fue niño labriego no se le ocurrió otra cosa que gritarles y, en vista de que los animales lo ignoraban, les lanzó el fouciño, con tal mala suerte que le cortó una pata a uno de los rumiantes. Aquello era una tragedia y el chaval se escondió en un pajar hasta que lo encontraron unos días después. Probablemente, aquella aventura acabó en tunda, una de esas difícil de olvidar.

Supongo que Goytisolo se refería a esas historias o a otras más complejas, los cuentos a la luz de las hogueras, de las lareiras, más reales o más fantasiosas, perladas de metáforas o de palabras transparentes, historias que tejen hilos invisibles entre el pasado y el presente, entre los que hablan y los que escuchan, entre los que escriben y los que leen.

Historias que limpian la memoria y traen la paz de los recuerdos, inventados o no.

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